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Crónicas de la Hoja Roja XIV: El fin de Esvele


El cuerpo del demonio postrado, sobre su negra sangre derramada, inundando la estancia consagrada al mal. Sus siervos son ya pasto de alimañas, sus armas botín y trofeos. Corrupto y demacrado, el mago oscuro no es ya más que un recuerdo, la sombra de un hombre que vendía su alma por un poder fugaz. Su magia era poderosa, oscura, enervante, nada comparada con el poder de las bestias celestiales. En el momento final, Tyr reserva a cada uno de nuestros enemigos una caricia desgarradora, ya provenga del filo de nuestras armas, el fuego de nuestra magia, o las fauces de una angelical criatura.

Medito con mis fuerzas mermadas, los golpes aun resuenan en mi cráneo, mi sangre se confunde con la de mis enemigos, el dolor…es ya insoportable. Cuando cierro los parpados en busca de consuelo, solo veo la mirada del caballero oscuro, perdiendo su brillo entre las llamas de un orbe devastador. Negándome la venganza, anulando cualquier posibilidad de redención, haciendo menguar mi honor.

Cualesquiera que sean los desafíos que aun oculta esta impía caverna, el descanso es necesario. La intención no es unánime, los mas impetuosos aun desean proseguir la lucha, puede que arrastrados por la euforia de la victoria, en cualquier caso, desprovistos de razón. La sensatez se impone, y por fin un reparador sueño recompone nuestras fuerzas. Mas fuertes, mas hábiles, mas poderosos camínanos juntos por los pasillos, las estancias se iluminan con fuego negro, que no retrocede ante el candor de nuestras antorchas. Nuestros pasos se coordinan como los de un letal ejercito, miro a mis costados, y siento que he luchado a su lado desde siempre.

Cuando la puerta se desmorona ante el rotundo pisar de Zabrath, la visión es aterradora. En el centro de la estancia, una criatura de pesadilla aguarda impávida, su cuerpo redondo y putrefacto se alza tembloroso sobre el suelo. Su ojo podrido dirige una mirada muerta al enano, que carga con más valor que lucidez. Su pesado cuerpo hace ceder la trampilla de un foso, los huesos se quiebran como ramas, ninguna exclamación de dolor escapa de su garganta. La criatura es un engaño macabro, una treta de cobardes, que se alimenta de las más nobles y poderosas emociones. Bram intenta auxiliar a su hermano desesperadamente, tan solo para sucumbir ante la misma trampa. Disipada la ilusión, nos movemos con cautela en la estancia, de los pertrechos Lander extrae una cuerda, y Owen desciende asegurado al foso para asistir a nuestros compañeros. En angustiosos minutos alzamos a los hermanos y su rescatador, las magulladuras y fracturas sanan con el brillo de los dones de Lathander. Su luz se niega a desvanecerse, incluso en las entrañas de esta montaña infectada de oscuridad.

Exploramos los pasadizos, sabiendo en nuestro interior que el duelo final aun nos aguarda, agotamos los caminos. En la siguiente estancia tres figuras armadas nos reciben. De exóticos rasgos y con armas de factura extranjera, los dos hombres y la mujer, parecen ser abrigados por las sombras. Cautos enfundamos nuestras armas y entablamos dialogo con los desconocidos. Diplomáticos aseguran, de un antiguo imperio mas allá de donde nuestros cartógrafos terminan de garabatear la silueta del mundo. Son sin duda perversos, pero tal no es razón por si sola para darles muerte, emisarios de un imperio consagrado a la vileza, el valle de las sombras no requiere de su servicio. Acceden a abandonar el valle, recoger sus pertenencias y marchar de inmediato. Uno solo de nosotros vigilara sus preparativos, me ofrezco, pero Owen desconfía e intercambiamos el lugar. La oscuridad mágica le obliga a recurrir a Zabrath. Lanthas se desvanece a la vista y se prepara para vigilar sin ser detectado su partida, cuando deciden emprender viaje les sigue en silencio, no el suficiente pues a pocos pasos, cuando la luz desaparece, los viajeros parecen percibir los sonidos de su espiador. Frustrado Lanthas regresa a nuestro lado, sin más opciones que confiar en su palabra, les damos por despedidos. Queda en nuestro pecho la angustia de quien retiene un golpe justificado.

El escuálido elfo dirige ahora nuestra marcha, su arrebato es tan sorprendente como refrescante. Me pregunto aún si hubiera obrado de tal manera de saber que al torcer la esquina encontraría a Esvele y su guardia. Consciente de la importancia del momento ignora los inminentes ataques y comienza a conjurar, la urdimbre no tiene poder aquí, Extrae magia del fuego plateado y se concentra. Entramos en tropel en la siniestra habitación, bajo el nivel del suelo Esvele nos aguarda junto a un vórtice negro. Del techo cuelgan celdas que contienen espectrales criaturas, parecen alimentar el remolino oscuro con su necromántica energía. Lanther recurre a los besos de la hechicera, e inunda el espacio con un cegador brillo que hierve la piel de los malvados. Owen y Dominic arrojan su artillería sobre la sacerdotisa, Zabrath y Bram se lanzan sobre los guardias, no a tiempo de que Lanthas reciba un golpe que descompone los intrincados gestos de su convocación. Esvele abrumada utiliza su magia para restaurarse de las fatales heridas, decidido salto al foso esquivando los golpes de los guardias. Pretendiendo esquivarlos, por que sus restallantes flagelos se hunden en mi carne, aun así mi lanza alcanza a la sacerdotisa, que se encuentra ya plenamente restablecida. El combate se vuelve confuso, virotes, hojas y fuego, entre el ardiente brillo de la luz de Lathander. Los guardias sucumben y Esvele se ve obligada a retirarse tras una nube de cuchillas. Pobre infeliz, su magia no puede protegerla del golpe final, que Owen invoca con todo el poder de su voluntad. Derrotarla no es una victoria completa hasta que Lanthas desvanece la última brizna de fuego plateado para disipar el vórtice de energía negativa. Luz y sombras se apresan y luchan a nuestra vista, el fuego de Mistra destierra la abominante oscuridad y el tejido de la magia recupera su intensidad. Entre los destellos, con gesto de profunda satisfacción, creo ver cambiar los rasgos de Lanthas, volviéndose sublimes, resolutos. El verdadero espectáculo es contemplar a un hombre que alcanza su destino.
Cuan afortunados hubiéramos sido si en aquel momento hubieran terminado nuestras vicisitudes. Pero la ultima batalla, el enemigo mas despiadado esperaba con la paciencia que otorga la eternidad. La última puerta cedió a un empuje suave, en su escritorio, en una sala de majestuosidad y lujo arrastrados por el devenir de milenios: La más horrenda burla a la muerte aguardaba con sonrisa burlona y descarnada. El cuerpo no muerto de un poderoso mago, forjador de un antiguo imperio, traidor y conspirador, que sucumbió en leyendas a las conjuras de su propia familia. Los enemigos que despachamos con anterioridad, no son nada comparados con el tremendo poder de un liche. Como es deber, combatimos sin dudar, con su poder restablecido, los conjuradores arrojaron muerte sobre la muerte misma. Protegido por odiosas gárgolas, el dedo de la muerte señaló a Owen, su vital esencia se desvaneció al instante. De entre los abundantes botines de nuestro saqueo a los servidores del mal, Bram obtuvo una piedra. Consciente del milagro que solo Lanther podía obrar, arrojo el diamante a sus manos. Apresurado reclamó poder de los cielos para revivir el cuerpo inerte, la joya se desvaneció y trajo nueva vida a nuestro amigo. Para sucumbir de nuevo ante la sacudida de un relámpago atroz. Lanther luchó por la vida de Owen con su último recurso, Dominic disolvió entre su fuego psionico la sombría criatura que insistía en arrebatarnos a nuestro compañero. Sus gárgolas exhalaron el último aliento desesperado bajo nuestras armas. Los mismos dioses hubieran proferido una alabanza, que hubiéramos escuchado agradecidos, si lucháramos por sus favores. Pero no lo hacemos, por que al final del día, tras la batalla, todos hemos luchado por quien cubría nuestro flanco.

Comentarios

Red Langosta ha dicho que…
WAAA QUÉ GRANDE LUIS!!! Sobre todo me has dejado el cuerpo tierno con la última parte y la forma en que terminas el relato.

Una lástima que no te animes más a menudo a escribir.
Alberto ha dicho que…
¡Que gordo! El relato, claro ;D

De puta madre, momentazo épico al final, se me han saltado las lagrimillas con la última frase :>

Por cierto, lo siento por haberme tenido que ir así, pero me iba a estallar la cabeza del dolor.

Aaaaaaaaaaaadios.
Juanjo ha dicho que…
illo Luis desde luego te has salio...espero que este fin de semana les des caña al personal...

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