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La Bestia


Todavía nos encontramos recuperando el aliento, sangrando, con un cadáver colosal ante nuestros pies, pero todavía en guardia… porque todavía no sabemos si se va a volver a levantar.

Todo comenzó hace unos días. Todavía no se han cerrado del todo las llagas que generaron en nuestros cuerpos las llamas de Ashardalon, dragón de dragones, en el Bastión de las Almas. Meliora comenzó a mostrar una preocupación creciente por una criatura mítica que despertaba cada cierto tiempo para arrasar con todo lo que encontraba a su paso, destruyendo las vidas de miles de inocentes. Llevaba tiempo sin ser vista, así que no tardaría mucho en volver a generar el caos.

Mi hermano y yo no vimos mayor inconveniente en el problema. A fin de cuentas, veníamos de derrotar a una de las criaturas más temidas de Faerûn, luego todo se resumía en buscar y acabar con un monstruo más. Fue en ese momento cuando Lanthas, más asustado que de costumbre, dijo “Os equivocáis. No es simplemente un monstruo más. Es una criatura que no ha conocido rival. Ashardalon podía ser más astuto… pero el poder de esta bestia lo supera con creces”.

Con la emoción que supone semejante reto, apretamos con fuerza las correas de nuestras armaduras, ajustamos los cintos donde colgamos las armas y emprendemos nuestra cacería particular. Lo primero es saber dónde se encuentra, así que buscamos pistas de su último paradero en la biblioteca descomunal de Candelero.

Para que nos dejaran entrar, el mago, reticente, tuvo que ofrecer su nueva (ya antigua) colección de libros, regalo post mortem del antiguo señor de la Fortaleza de Hierro en Aqueronte. Es allí donde, a través de voces guardadas en cristales antiguos, descubre que la última vez que fue avistada, qué terrible casualidad, fue en El Vasto.

Son muchas las montañas y colinas que forman el hogar de mi hermano y mío. El corazón se nos llena de nostalgia cuando andamos por sus caminos de tierra, sintiendo ese olor tan particular que ningún otro lugar tiene. Han sido unos pocos años, pero parecen mil vidas desde que Bran y yo partimos con lo puesto de estas tierras, con la promesa de que la gloria de los Stonar quedaría grabada en fuego y piedra. Creo que nunca imaginamos que llegaríamos tan lejos. Tan lejos que es posible que nuestra familia, incluso en un lugar como éste, sea consciente de nuestros logros. Ojalá lo supieran por nosotros, pero las constantes obligaciones nos han impedido regresar a verlos.

Sabemos que la criatura se encuentra dentro de la piedra, en alguna montaña. Pero, ¿dónde? Lanthas nos consigue audiencia con un antiquísimo señor de las rocas, esperando que él supiera orientarnos. Me dirijo a él, pues yo como nadie respeto a la piedra, y la piedra como a nadie me respeta a mí. Sin embargo, sólo podemos sacar de este viejo y poderoso compañero que, efectivamente, la criatura se encontraba cerca, nadando en la piedra, pero sin saber decir exactamente dónde.

La última opción que nos queda es volver a nuestra aldea y preguntar a algunos de los chamanes y clérigos si sabrían cómo ayudarnos. Es en el momento en el que, al girar la última curva del camino para vislumbrar la entrada a nuestro hogar, cuando vimos a la criatura. ¿Por qué? ¿Por qué ha despertado justo ahora? ¿Por qué en nuestra casa? Son preguntas que se evaporan de mi mente en el momento que agarro a Bazel con una mano y aprieto el escudo con la otra.


El mago no se equivocaba, nada puede describir lo que teníamos delante. Nos hemos enfrentado a todo tipo de males, pero el rugido de ese coloso consigue que nuestra usual confianza se venga abajo.

En lo que tardo en parpadear, el mago ha invocado a dos titanes de piedra que golpean al instante a la criatura y ya noto cómo mis movimientos son más rápidos. Nunca nos entenderemos esa sabandija rastrera y yo, pero hay que reconocer que el condenado es útil.

Con sólo mirarnos, sé que mi hermano correrá hacia el flanco izquierdo, eso quiere decir que el derecho es mío. Los dos, sincronizados, arremetemos contra el monstruo como un torbellino de fuego, furia y metal.

Bran consigue destrozarle la pierna a la bestia. He visto cómo salían despedidos trozos de hueso mientras sus tendones saltaban… pero veo aterrorizado cómo todas las partes vuelven a su sitio, y la pierna empieza a recomponerse, lo justo para derribar con ella a uno de los titanes de piedra, al tiempo que esa cosa intenta devorarme. Aún con todo el mithril que me recubre y la protección de Bazel, noto cómo mis costillas se quiebran bajo sus mandíbulas. Pero, sin saber cómo, consigo deslizarme entre sus dientes para volver a caer en el suelo. Aprieto con fuerza el mango de Bazel para olvidarme del dolor que no me deja respirar. No es momento de desfallecer. Mi hermano me necesita. Mi aldea me necesita.


Mientras Meliora va cerrando una y otra vez nuestras numerosas heridas, entre mi hermano y yo, junto a los titanes de piedra y lagartos gigantes del mago, mantenemos a raya a la criatura. En ese momento hace algo imprevisible, pasa a través de todos nosotros para tragarse de un bocado a la clériga. Yo, intentando detenerla, consigo que me devore también. Intento abrirme paso a hachazos dentro de su boca, buscando a Meliora, mientras noto la ira de Bran y del resto de criaturas sacudiendo a esta monstruosidad. Alcanzo a la sacerdotisa, y tiro de ella arrancándole gritos de dolor, ya que el estómago de la bestia está compuesto por un millar de espadas. ¡Demonios! Por cómo está hecha esta criatura, ¡cualquiera diría que la ha creado el mismísimo Tempus para poner a prueba a los mejores combatientes!

Antes de conseguir liberar a Meliora, siento el vértigo en el estómago: Estamos cayendo. Cuando el engendro se estrella contra el suelo, la sacudida hace que me estrelle contra su paladar y que las espadas de su estómago se encajen otra vez en el cuerpo de Meliora, pero no suelto su mano. En ese momento, tras un silencio repleto de tensión, de forma lejana, oímos la voz del mago y hasta yo soy capaz de notar el poder que desprenden sus palabras. En el momento que se apaga la voz del mago, se para el corazón de la bestia.

Todos lo pensamos, pero ninguno nos atrevemos a decirlo en voz alta por temor a estar equivocados: la Tarrasca ha muerto.

Y aquí nos encontramos, en pie los que todavía podemos, envueltos en sangre y dolor. En ese momento vuelven a mi cabeza las preguntas: ¿Por qué? ¿Por qué ha despertado justo ahora? ¿Por qué en nuestra casa?

Y una nueva pregunta aparece y me hiela el corazón: ¿Dónde están padre y madre?

Comentarios

Fuego, Furia y Metal!!! Que Maestría! Que Epicidad!! Por Tempus y Todos los Dioses!! LA TARRASCA HA MUERTO!!!

Magistral relato, compañero; Me ha trasladado de nuevo al combate y creo que, hasta ahora, no era del todo consciente de lo que habiamos logrado. Que brutalidad! :O :)
Juan ha dicho que…
Los pelos con putas escarpias, o como diria Meliora, como el estomago de la Tarasca.
Martin Painter ha dicho que…
Review de la Crónica 99/100. Igual de épica que el encuentro con la Bestia.
Juanjo ha dicho que…
Impresionante y épica crónica de lo que parece mentira que fuese un rato de partida. Así da gusto volver a sentarse en la silla del DM.

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