La mía no es una historia fácil de contar...es por ello que nunca lo hago. Para entender qué hago aquí en Korvosa, debes saber que mis padres fueron exploradores y mercaderes asentados en el extraño Rashemen. Atraídos por las leyendas y las señales que apuntan al Reino gnomo oculto de Songfarla en las Montañas del Amanecer, partieron en su busca en un viaje arduo y peligroso pero que prometía toda una nueva ruta de comercio de ser exitoso.
Pero las Montañas del Amanecer son también frontera con Thay y sus Magos Rojos, de ahí la sabia decisión de los gnomos en permanecer ocultos. Una decisión que no supieron tomar mis padres. No fueron abatidos por los malvados Magos Rojos, no. Fueron capturados y esclavizados.
El cautiverio demostró ser más retorcido que cualquier colección de pesadillas: abusos físicos y mentales, experimentos arcanos en los que se pretendía arrancar el espíritu de los elfos para destilarlo en esencia arcana, tareas infinitas con el único fin de causar el divertimentos de los amos...
Y aún en el rincón más oscuro de Thay, asolado por la crueldad de los Magos Rojos, el amor de mis padres y la luz que acompaña a la raza de los Elfos dio lugar a mi nacimiento. Mis padres no tardaron en descubrir que ese supuesto rincón en el que me habían concebido en libertad no era más que un engaño dentro de otro engaño orquestado por los Magos Rojos para experimentar con niños de diferentes razas...horrorizados, sólo les quedaba una alternativa.
Jugándose todo por el todo y con la ayuda de otros esclavos, consiguieron sacarme oculto en un barril de algún tipo de carne especiada con dirección a Korvosa. ¿Descubrieron a mis padres? ¿Acabaron con ellos? ¿Saben los Magos Rojos donde me encuentro ahora? Aún me hago esas preguntas.
La mía no fue una infancia fácil: como tantos niños de Korvosa, crecí como niño callejero. Ser un niño elfo abandonado te hace blanco de más miradas y de más problemas. Pero mi herencia hizo que pudiese buscarme la vida. A veces como ladrón, otras como chico de los recados, otras como aprendiz...mi lento desarrollo permitió que pudiese pasar como niño aún cuando ya contaba mi edad en algunas decenas de años.
No he sido nunca parte de ningún círculo en Korvosa. O a lo mejor lo he sido de muchos. No lo sé, sólo que vine solo, y que solo con mis habilidades he conseguido sobrevivir y prosperar. Ahora paso por un comerciante de bajo rango, de hecho he conseguido comprar y vender ciertas mercancías en el puerto gracias a mi capacidad para captar detalles que suelen pasar desapercibidos. Eso me ha dado cierta tranquilidad, a la que no estoy acostumbrado y todavía no sé si quiero hacerlo.
Ahora asistimos a un nuevo atardecer, el cambio de ciclo en el Trono Carmesí, mis compañeros recién descubiertos por el destino...quizás sea hora de no pensar tanto en el pasado y hacer lo que mejor sé hacer, si acaso lo único: sobrevivir un día más.
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