Entramos a la gran Torre, su arquitectura rompe con toda lógica, no hay juntas en la pared ni el suelo, parece que toda la torre es una única pieza, totalmente lisa y negra.
Un espíritu nos da la bienvenida, su rostro aterrador se despelleja a medida que avanza, sus músculos caen en finos trozos al suelo, al acercarse, su cara vuelve a recomponerse y el proceso de despellejamiento vuelve también a repetirse.
"Por fin habéis llegado, llevo siglos esperando... Soy Tarn Riverna, causante de todo este mal, por favor, no os detengáis, continuad vuestra lucha hacia el interior de esta Torre, la espada yace aquí".
Recorremos la Torre, buscando el artefacto que pueda derrotar a Kazavon, un pozo en la sala central parece ser el único camino a seguir, sin pensarlo, saltamos hacia su interior.
Bajamos varios pisos en caída libre, la magia de Morgana se encarga de que la altura no sea ningún problema, las paredes negras se tornan en venas, arterias, músculos y ligamentos de colores rojizos, el suelo parece palpitar tras nuestros pasos. En nuestras cabezas oímos una voz profunda y aterradora:
"Sed bienvenidos, os conozco... Y mi Señora también. Sabemos por qué estáis aquí, cogedla, es vuestra, no la queremos ni ella a nosotros. Solo hay una única condición y nos mantendremos al margen, tenéis nuestra palabra... La palabra de Loviatar. Elegid un guardian para este lugar sagrado. ¡Hacedlo!"
Por un instante los héroes se miran extrañados unos a otros, pero al instante comprenden las palabras que acaban de escuchar cuando ven a Laori frente al conde Sial. Ambos sacan sus armas y adoptan posturas defensivas.
-"¡Elegid a Laori, siempre ha sido un estorbo para nosotros!"
-"¿Por qué yo?" responde Laori -"¿No deberías ser tu Sial?¿Acaso no amas tanto a tu señora?".
Los salvadores de Korvosa no tienen dudas, Laori es su amiga y por ello lanzan un ataque mortal contra Sial. El conde está en desventaja, sabe que no tiene ninguna oportunidad contra nosotros y hace lo único que puede salvarle.
-"O diosa mía, perdona todas mis dudas, ayúdame en esta mi última lucha y hallarás en mi a tu más fiel guardián".
Un rugido infernal resuena en toda la estancia, en la oscuridad, algo comienza a tomar forma. Sial intenta defenderse, pero cae como caería un pesado metal en mitad de una tormenta en el mar.
Sólo queda aquello que la diosa invocó para ayudar a su siervo, un Ala Nocturna, asalto tras asalto, nos destroza con cada golpe, Iru muerde el polvo, Variel no consigue alcanzar al monstruo... Pero el último aliento de energía positiva de Bensa, consigue que la bestia muera y desaparezca de esta tierra.
Laori está contrariada y confusa, pero no tenemos tiempo de consolarla.Ya no queda nada que nos impida cruzar el portal que nos lleve hasta nuestro objetivo. Juntos lo cruzamos y aparecemos frente a unas gigantescas puertas de hierro; al abrirlas una gruta se abre ante nosotros, avanzamos hasta llegar al final del camino, matando cualquier cosa que se nos impida el paso.
-"Ya casi hemos llegado".
Un gran lago, con varios islotes en su interior es el final del camino. Una luz se refleja en el agua, sobrevolamos la superficie sin tocarla, al llegar vemos una espada clavada en la roca, un haz de luz sale de la espada e inunda toda la gruta, en ese momento, algo sale del agua y nos ataca. Sangre, pus, muerte y destrucción, faltan palabras para describir al monstruo que casi acaba con nosotros, nunca antes habíamos estado tan cerca de fracasar, pero la suerte, esa gran aliada, nos sonrió una vez más.
Por fin la espada es nuestra: "Serithtial, por favor, ayúdanos a derrotar a Kazavon".
Comentarios
Muy buena.
Muy buena crónica