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Crónicas de la Hoja Roja - Parte 3


La llama de la victoria ardía fuertemente en el pecho de los aventureros. Acababan de sobrevivir airosos a una batalla que tenían perdida antes de empezar, de ahí que comenzaran a preguntarse cuánto habían mejorado desde que se reunieran por primera vez y en las consecuencias que repercutirían en el grupo la fama que acarrearían unas pocas batallas como la anterior. Así se encontraban en una posada de Melvaunt, donde habían ido nada más llegar, pues se encontraban cansados y sedientos, ya habría tiempo mañana de informar a Ulblyn, el interesado del pergamino encontrado. Mientras bebían, Bram comentó:
- “Ya va siendo hora de que pensemos en un nombre para el grupo, pues pronto comenzarán a hablar de nuestras azañas”. Acto seguido, todo el grupo comenzó a mirar en sus jarras de bebida y a pensar, hasta que Lisa, la druida dijo en voz alta:
- “¿Qué tal la Hoja Roja? En rememoración de la sangre vertida por nuestros enemigos en las hojas del bosque en el último combate.”
- “Me gusta la idea, Lisa, además que guarda relación con la hoja que blanden los guerreros, así como las hojas de mis libros, como las hojas de los bosques que adoras”, puntualizó Lanthas, el elfo. Tras dicho argumento, todos chocaron sus jarras con alegría, pensando en los próximos tiempos de gloria que aguardaban a la recién nacida Hoja Roja.

Tras descansar, fueron a casa de Ulblyn y le relataron todo lo ocurrido en los días anteriores. Le entregaron el pergamino, tal y como habían acordado, además de preguntarle sobre los otros objetos encontrados. Entre ellos había un pequeño obelisco que llamó particularmente la atención del mediano. Tras mucho pensar comentó a los aventureros que ese objeto no era otra cosa que la llave que abría la tumba del legendario Vorbyx, un ser que dirigió hordas de orcos contra las ciudades del Mar de la Luna centurias atrás. Debido a la fuerza y crueldad con la que atacó, muchos son los cuentos de grandes tesoros escondidos en su panteón. Escuchadas estas palabras, los componentes del grupo se miraron en silencio y sonrientes unos a otros, pues una nueva aventura se abría entre las sendas que les tenía preparado el destino.

Al día siguiente, desayunando empezaron a hacer recuento de lo que les haría falta en el nuevo viaje. En ese momento se dieron cuenta que les faltaba dinero, como un relámpago, la misma pregunta cruzó sobre las mentes de los aventureros: ¿dónde está Misty? Así fue como el pobre mediano, feliz como siempre, no entendió por qué al entrar en la posada sus buenos amigos lo miraban de esa forma. Pero eso no importaba, fuera lo que fuera que los tenía de tan mal humor, él tenía la solución a su mal carácter: regalos. En ese momento gritó “¡Mirad lo que os he comprado a todos! ¡Se me ocurrió ayer tras escuchar el nombre que propusisteis”, y empezó a sacar de un saco capas rojas con capuchas negras de buena calidad, todas ajustadas a la talla de cada compañero. Todos los compañeros se sintieron avergonzados por pensar mal del pequeño Misty, pero, aunque agradecido, Bram no pudo evitar puntualizar “Gracias por hacernos regalos cogiendo nuestro propio dinero”.

Preparados ya con el nuevo atuendo, la Hoja Roja abandonó Melvaunt para ir al encuentro de la tumba del temido Vorbyx. Al adentrarse en el bosque y alejarse un poco de la ciudad, volvieron a encontrarse con las alimañas que abundaban por las afueras de la región: orcos. Salieron en todas las direcciones intentando emboscar al grupo, con lo que, los más inteligentes de los aventureros actuaron como debe procederse en estos casos: reagrupándose y contraatacar. Así lo hicieron el mago, la druida y el mediano, sin contar con la sed de sangre orca que emanaba de los dos guerreros. Los dos luchadores corrieron en direcciones opuestas embistiendo a todo lo que osaba cruzarse en su camino, y el resto del grupo quedo a merced de tres orcos que no tardaron en rodearlos. Allí se encontraban, solos, rodeados de esas bestias inmundas babeando por las presas que se iban a cobrar. El mago observó cómo una de las bestias gritaba triunfante mientras subía la espada para rematarlo y, en ese momento, el grito de la victoria se transformaba abruptamente en un gorgoteo espeluznante, cayendo al suelo mientras Zabrath arrancaba su hacha de la espalda del desgraciado. Acto seguido miró en la otra dirección y, donde antes estaba el orco que iba a atacar a Lisa, se encontraba un amasijo a los pies de Bram.
- “¿En qué demonios estabais pensando? Se supone que vosotros sois los parapetos que paráis al enemigo, mientras nosotros atacamos a distancia. Han estado realmente cerca de acabar con nosotros”, imprecó el mago.
- "¿Por qué tenemos que hacer esperar a esas criaturas? Mientras más tardemos en matarlos, son segundos de vida que les estamos regalando a esos bastardos”, respondió Bram.
Sin llegar a gran acuerdo, se reagruparon y contraatacaron al resto de orcos que permanecían en pie. No duraron mucho. El único de ellos que mostró vestigios de inteligencia salió corriendo. Aunque el enano quería ir tras él, el resto del grupo era consciente que no podían desviarse demasiado del camino con las provisiones que tenían.

Fueron pasando los días de forma tranquila, cruzando el bosque ahora pacífico, momento que aprovechó la druida para entenderse con su halcón. La escena se repetía continuamente: Misty encontraba realmente divertido esconderse por el bosque, y la tarea del halcón era buscarlo cuando Lisa le daba la orden. Y así continuaron el viaje, mientras las nubes iban ocultando el cielo a medida que iban acercándose.

Cuando una gran torre anunció el final de su camino, la tormenta caía implacable sobre los aventureros. Misty trepó a una de las ventanas de la primera planta y pudo ver cadáveres en el suelo y algo que se movía en las tinieblas. Bajó de forma apresurada y corrieron a resguardarse en la entrada de la torre.

Se adelantaron en la oscuridad Misty y Bram explorando el recinto. En una abertura, al oír movimiento, el mediano arrojó una piedra iluminada por el mago hacía la fuente del sonido. “¡Mira Bram! Sólo eran un par de lagartos que…” y la voz del mediano se apagó con un estremecimiento que retumbó dentro de la cavidad. El resto del grupo lo único que vio fue como si la tormenta hubiera conseguido entrar dentro de la torre: rayos salían en todas las direcciones golpeando a sus compañeros. Todos entraron en carrera para afrontar al enemigo en grupo. Misty gritaba “¡No los matéis! ¡Son buenos! ¡Sólo intentan proteger su territorio!”. El mago hechizó a una de las criaturas dejándola inconsciente, mientras la otra seguía despidiendo descargas eléctricas al grupo. El enano se compadecía de los sentimientos del mediano e intentó golpear al lagarto con la parte roma de su hacha, pero las descargas entumecían su cuerpo sin dejarle acertar con la limpieza que estaba acostumbrado. La electricidad seguía atacándolos, Misty seguía pidiendo piedad al grupo hasta que las descargas pudieron con él, dejándolo tirado en el suelo. Así fue como Zabrath vio al resto del grupo: su hermano se tambaleaba, el mago caería de un momento a otro, si no actuaba, todos perecerían en esa torre. Sintiéndolo, giro su hacha y seccionó la cabeza de la pobre criatura, mientras Bram ajusticiaba a la que se encontraba inconsciente. Mientras el enano limpiaba su hacha, todavía podía escuchar los gemidos de Misty estando inconsciente: “No les hagáis daño…”.

Descansaron un par de horas hasta que los calambres dejaron de castigar sus brazos y sus piernas. En ese descanso encontraron en las paredes pequeños agujeros en la piedra que pronto dictaminaron que no eran naturales, ni generados por ninguna bestia del bosque. Subieron a la primera planta y esta vez fue el halcón de Lisa quien se adentró en la negrura para encontrar algún posible enemigo. No tardó en volver a toda prisa hacia su ama y esconderse por el pánico. Ya no había factor sorpresa del cual ampararse, de ahí que los aventureros entraran en la habitación. Se tomaron su tiempo para analizar lo que allí vieron, pues se encontraron con cuatro pequeñas bolas flotantes con ojos. Al enzarzarse en el combate, no acertaban a darles a esas criaturas que volaban tomando direcciones inesperadas. Mientras el grupo golpeaba al aire, las criaturas descargaban rayos sobre ellos: algunos helaban a sus víctimas, mientras otros eran paralizados mientras empezaban a ser devorados por las alimañas. Cuando las cosas parecían que no podían ir peor, ambos guerreros recibieron de forma certera un rayo del mismo color. Nadie sabe qué visiones se les presentarían a ambos (ni con el pasar del tiempo, ninguno de ellos se atrevería a relatar lo que vieron), pero los dos perdieron la sangre que tintaba sus caras y sus labios se volvieron púrpura, pareciendo más bien la cara del propio Myrkul. Entre gritos se taparon la cara y corrieron lejos del lugar. Una vez más, la druida, el mago y el mediano se encontraban solos ante el peligro. Esta vez el miedo no los apresaría. El mago sin fuerzas para conjurar se equipó con su ballesta, Misty revoloteaba con sus piruetas acuchillando a los engendros, mientras Lisa lanzaba piedras con su honda y su halcón los picoteaba en sus ojos.

Cuando los guerreros se repusieron y tuvieron fuerzas para volver, allí se encontraron a sus compañeros con las criaturas despedazadas en el suelo. “¡Ya ha pasado todo!”, gritó Misty, “¡ha sido excitante! Ya podemos revisar la habitación para ver cuántos secretos nos tenía guardados”. No dio dos pasos, cuando uno de los cadáveres tirados en el suelo recobró la vida y se apresó en su tobillo. Los muertos se levantaron y se abalanzaron sobre los desprevenidos aventureros, intentando arrebatarles la savia vital y llevárselos con ellos al averno del que provenían. Los aventureros se volvieron a reagrupar esta vez trabajando en verdadero equipo: los guerreros golpeaban y se apartaban para dejar paso a los proyectiles de los demás componentes. Hasta que consiguieron desmenuzar los huesos de los enemigos.

Todavía no se habían encontrado con los verdaderos peligros de la torre. El frío de la cercana derrota corría por sus corazones. Por muy poco, pequeños oponentes no habían conseguido arrebatarles la vida, de ahí que empezaran a preguntarse si realmente habían mejorado algo desde la primera vez que se reunieran y no habían ganado hasta ahora por pura suerte. Ahora todos pensaban en que si lo que encontrarían en próximas habitaciones no acabaría con todos los sueños de fama que aún no había conseguido la Hoja Roja. Y así permanecieron apesadumbrados, mirando la tormenta desatada fuera de la torre.

Comentarios

Red Langosta ha dicho que…
Mis disculpas si me he extendido demasiado... pero no sabía bien qué omitir jejeje
Juanjo ha dicho que…
JAAAAAAAARRRRRRR

Copón te voy a pòner de DM a ti que sí que sabes darle épica al tema.

Muy bueno, sí señor.

Ahora lo que apetece es seguir la partida, yo desde luego estoy deseando: y como tú dices prepararos que si queréis caña ¡¡la vais a tener!!
Martin Painter ha dicho que…
Arg! Sii...ahhh...ahhh...ahhhggg...
:D___
Red Langosta ha dicho que…
joer, gracias por los cumplidos! cuando vi que era tan largo pense que os ibais a cagar en mis muelas, así que nada, me alegro que haya gustado. a ver si es verdad que jugamos el domingo.

PD: mañana ya es el gran evento!
Alberto ha dicho que…
Está de putísima madre, no solo es exacto sino que, además, has añadido unos cuantos detalles brutales.

Un 10 para tí, chavalote.

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