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El fin de Mokmurian

    Continuamos caminando por aquellas extrañas salas y pasillos en busca de Mokmurian, sabíamos que la confrontación final se hallaba a cada paso que dábamos. Abrimos unas enormes puertas de bronce y accedimos a una sala custodiada por tres extraños perros de mirada vacía e inteligente que nos atacaron nada más vernos.    Dos de estos gigantescos perros se teletransportaron justo a nuestro lado, mientras Dorkas lanzaba sablazos en todas direcciones golpeando a los perros, Soros los remataba con su estoque. Y el único perro que no se había acercado a nosotros murió saeteado por las flechas de Stolas.    La habitación se encontraba vacía, seguimos acercándonos a nuestro objetivo y dimos con una puerta con el símbolo del Sihedron tallado en la madera, nuestro instinto nos decía que tras aquella puerta nos aguardaba Mokmurian, Torik comenzó a conjurar hechizos de protección a nuestro alrededor, estábamos listos para enfr...

Runeforge

Entrando a la tienda de objetos arcanos y armas imbuidas con el Poder, por la expresión de Glim pareciera que sólo ha estado fuera un minuto. Recibe con estoicidad y no poca indiferencia los murmullos de sus compañeros. Si tiene que recibir esas miradas desaprobadoras de cuanto en cuanto, que así sea. Porque aquí sólo un miembro del grupo trae información importante sobre la Forja Rúnica. Y no es ninguno de los patas largas. Ya en una taberna y con una pinta que bien podría rivalizar en tamaño con la cabeza de Glim, llegan las explicaciones: "en el estudio de lo arcano, los magos nos dejamos pistas en bibliotecas y bolsillos dimensionales dentro de libros que nos llevan a más libros. Y no es poco lo aprendido sobre la misteriosa Forja Rúnica. Y sí, Soros, deja de mirarme así, todo el tiempo que tú practicas con el estoque, yo lo uso en estudiar." La Forja Rúnica fue creada por los propios Runelords, concebida como un lugar secreto donde agentes de los siete Runelord...

Descendiendo a otro mundo

Tras abandonar la caótica y aterradora mazmorra, nos aprestamos a continuar la exploración de los túneles y cavernas. Debemos de limpiar de monstruos el lugar antes de aventurarnos más allá, en nuestra incesante búsqueda de aquel que creemos origen de todo mal en la zona: el gigante Mokmurian, señor de la fortaleza y enemigo número uno de nuestra partida de caza. Conocedores de qué nos espera tras la siguiente esquina, gracias a los poderes adivinatorios de nuestro gnomo, nos adentramos en una enorme gruta que huele a hollín requemado. Allí nos encontramos con dos imponentes dragones rojos, con largas y herrumbrosas cadenas que cuelgan de sus esbeltos cuellos y que les impide abandonar el lugar. Sin tiempo para pensar, los fabulosos reptiles se abalanzan sobre nosotros. Un abrasador fuego nos envuelve, cuando uno de los monstruos escupe su aliento en nuestra dirección. Resistimos como podemos su envite, mientras sajamos y saeteamos sin tregua, llevados por el delirio de...

La Torre Negra

La gigante de piedra nos indica con gestos que nos acerquemos a ella, a pesar de su aspecto no parece una amenaza y al acercarnos nos susurra que la sigamos. Nos guía por la galería de túneles ante un altar y una pared pintada con escenas de caza, gigantes y muerte, allí nos dice su nombre, Conna y nos pide ayuda para terminar con la locura de Mokmurian.   Tiempo atrás Mokmurian fue exiliado de su tribu por utilizar las artes prohibidas, pero tras varios años regresó de su exilio, retó y venció al líder Vandarek. Bajo su mando Mokmurian viajó con su tribu hasta Jorgenfist y frente a un altar azotó a Vandarek hasta su muerte. Conna era la mujer de Vandarek y el altar donde murió es la pintura frente a la que nos encontramos y donde nos cuenta su historia. Año tras año Mokmurian ha ido doblegando al resto de tribus de gigantes, solo falta que los gigantes de la escarcha se unan a su ejército y así comenzará su guerra contra el Vasto y contra el mundo. C...

Cómo entrar en Jongerfist sin morir en el intento...

Las cosas no iban bien… habíamos tomado la torre que vigilaba la entrada a la hondonada de la fortaleza y derrotado a su guardiana, pero ¿nuestro intento de pasar desapercibidos había sido en vano? El tiempo transcurría inexorable y cada segundo perdido podía dar al traste con toda la operación. Sin tiempo apenas para maldecir nuestra falta de pericia y con el soplo del desastre bufando en nuestra nuca, planeamos meticulosamente nuestro siguiente paso. No podemos entrar de frente ni arriesgarnos a ser descubiertos tratando de penetrar las murallas desde el aire, así que decidimos que, lo más sabio, es dar un rodeo. Tenemos la ventaja que nos da la noche y el ocultamiento proporcionado por las escarpadas montañas de las Púas de Hierro. De esa forma, nos ponemos en marcha alejándonos por el norte, y al abrigo de los riscos nos dirigimos sin dilación hacia la guarida de Diente Largo, el dragón rojo que abatimos en la batalla de Cala Arenosa. Nos lleva varias horas alcanzar el e...