Érase que se era, un mediano de nombre Radek y de
sobrenombre MusgoVerde (y SetaAlgosa, y LiquenPardo, y así hasta quién sabe
ande…), felizmente venido al mundo en algún lugar enrededor de la ciudad de
Arabel (se supone, y quien sabe si en ella misma…), conocida villa del Reino de
Cormyr.
Dícese de semejante elemento (y no es para menos el calificativo,
pues a los hechos descritos a continuación me remito…) que provenía de una progenie
de medianos piesligeros de la antaña y abolengada profesión circense, a cuyo
gremio había pertenecido su familia, generación tras generación, hasta donde la
memoria alcanza.
Pasó su niñez de villa en villa, viajando a través de
verdiales y praderas, frondosas arboledas, onduladas colinas y escarpadas
montañas, siempre en marcha por las incógnitas y fabulosas tierras de Faerûn.
En cada poblado, en cada aldea, la troupe de los MusgoVerde estrenaban su
función anual, trayendo ilusión y alegría a las anodinas y paupérrimas vidas de
aquellos que habitaban los pequeños asentamientos por donde transitaba la
caravana de trotamundos medianos.
Fue tutelado por el que a la postre sería su maestro de
oficio, Kheldar Labíafina, jefe del clan MusgoVerde, bardo de afición y buscón
de profesión, quién interpretó ante la social “audiencia” el papel de padre,
madre, tío, padrino y demás parentela, que por la ausencia y desconocimiento de
la propia (la de Radek, se entiende…) suplía de la mejor manera posible y pretendía,
con las mejores intenciones, servir como referente familiar para nuestro protagonista,
aunque las consecuencias pudiesen calificarse de nefastas, según como se mire…
Y es que, nuestro estimado Radek, vino a este mundo solo y
desamparado, o así se le presupone, pues no le eran conocidos padre o madre
alguno, y como si se tratase de la descendencia divina profetizada en viejos
mitos y leyendas, fue hallado no en cesta, sino en fango, a orillas de un
arroyuelo que serpenteaba por los campos cercanos a la villa de Arabel; y, como
era de esperar, fue recogido por el amigo Kheldar al encontrarlo tembloroso y
desvalido sin más atavío que el barro, y sin dilación fue aceptado como uno más
en la compañía de trotamundos que encabezaba.
Ya de rapaz fue instruido con inusitada eficacia por su
animoso tutor en las artes funambuleras pertinentes a tan peculiar agrupación y
en otras no tan indolentes pero igualmente diligentes, propias del acerbo
cultural de su especie unas…que no tanto otras, en especial aquellas que le
acercaban más al desprestigiado oficio de ladronzuelo que al de simple picaruelo…
Radek siempre fue curioso y espabilado como él solo, amén de
chafardero, metomentodo, porculero y tocanarices como el que más. No fue de
extrañar que a consecuencia de ser tan
dicharachero y metiche, se viese enrevesado en ciertas situaciones a la par tan
comprometidas como desagradables, de las que la fortuna permitió que saliese de
ellas siempre airoso y ufano…
Pero como bien dice el dicho, tanto fue el cántaro a la
fuente que acabó por quebrarse. Y eso le pasó al amigo Radek cuando la temeridad
le hizo meter sus finos deditos en la andrajosa bolsa de un malhumorado y
borracho enano en alguna perdida y abarrotada taberna de la fastuosa metrópolis
de Aguasprofundas, donde la compañía circense mediana actuaba desde hacía una
semana.
Si los dedos de Radek parecían rápidos, lo que aconteció a
continuación fue una vorágine inusitada. Tras esquivar el puñetazo del
enfurecido enano, este fue a parar a la mandíbula hierática de un semiorco
cercano, que respondió con un alarido de furia (literalmente, sería un
bárbaro…) y acabó con el pobre cuerpo del enano aplastado debajo de la mesa
donde se sentaba… y como suele ocurrir en estos casos, una cosa lleva a la
otra: que si te doy una patada, que mira como brilla la hoja de mi daga, que si
te gusta el color brillante de mis proyectiles mágicos… en fin, lo normal…
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… La persecución duró más de lo esperado y el pobre Radek
estaba agotado. No entendía como aquel grupo de enfurecidos y barrigudos
ciudadanos eran capaces de correr tan deprisa. Perdido y desorientado, con la
muchedumbre pisándole los talones, al grito de “al ladrón” (cosa que no era
cierta, si ni tiempo le había dado de explorar la bolsita enanil…), llegó a lo
que parecía ser el barrio portuario de Aguasprofundas… ¿Qué otra cosa podía
hacer? Además, siempre le había picado la curiosidad de ver como sería un barco
por dentro… ¿navegar de polizón era un delito? En fin, que más daba eso ahora,
y sino uno más para la lista jejeje
Continuará… ;)
Comentarios
A eso debo añadirle que has encontrado una foto magnífica para ilustrar ese faro. La pregunta es, ¿ilumina en plena oscuridad? ¿o la atrae?