Tras el último encuentro nos encontramos exhaustos, buscamos un lugar donde intentar descansar; ahora el castillo de Ravenloft parece mucho más oscuro y frío que antes, incluso el silencio es distinto en este lugar maldito.
Algo perturba la guardia del pequeño pícaro, un grito lejano llama su atención, la voz le es familiar, ¿podría ser la de su compañero desaparecido? El primer impulso de Radek es salir corriendo en busca de su amigo, pero antes despierta al grupo con un grito tembloroso. Nos levantamos y preparamos para ver qué sucede, no se escucha nada. Pharaun calma los ánimos y aclara que esos gritos provienen realmente del castillo y toda la maldad que hay en él acumulada.
Tras la última guardia Lagertha despierta a sus compañeros, en su rostro se ve que no ha sido una guardia tranquila, algo la ha perturbado, pero nadie le pregunta por lo que continuamos nuestra marcha fúnebre.
Decidimos volver al túnel que las hormigas gigantes hicieron en la pared, descendemos y avanzamos hacia el abismo desconocido. Tras varias horas de camino el túnel se abre a una caverna gigantesca donde varios insectos trabajan en la roca. Nos llama la atención un enorme altar de piedra negra colocado en el centro exacto de la estancia, y junto a él, una estatua con la cabeza llena de una sustancia roja que no deja ver su rostro. Al acercarnos al altar la estatua comienza a moverse y nos ataca, al igual que los insectos dejan sus labores y se centran en nosotros. La magia de Pharaun hace crecer a la guerrera en tamaño y fuerza, solo dos tajos de ésta son suficientes para hacer caer al constructo, mientras que los insectos no suponen ningún desafío digno de mención.
En el altar podemos leer: "Derramad vuestra sangre, ante el dios de la Sangre, pues el dios de la Sangre recompensará los sacrificios absolutos". No hacemos nada, abandonamos el altar y regresamos al castillo, ha sido casi agradable poder abandonarlo durante unas pocas horas.
Son pocas las habitaciones que todavía no hemos descubierto, estamos llegando al final del laberinto, pero en nuestro siguiente encuentro descubrimos otro peligro mortal. La estancia es sencilla, con un caldero en el centro, pero a su alrededor dos gigantescos seres de piel flácida e hinchada nos atacan, de las sombras una oscura figura de mujer, con una capucha negra nos sorprende con hechizos que nos confunden, y para colmo de males del caldero sale una masa viscosa que explota, causando un daño masivo al grupo.
El combate es cruel y caótico, los gigantes aguantan los golpes de Radek y Lagertha sin importar el daño que reciben, parecemos fichas de dominó que van cayendo poco a poco; primero el sacerdote, luego la guerrera, finalmente el pícaro. Pero una poción milagrosa nos mantiene en la lucha, los rezos y súplicas de Ravik no son escuchados en este lugar por Horus-Re; Pharaun agota a un ritmo alarmante su reserva arcana. Es la lucha más encarnizada y mortal a la que nos hemos enfrentado, pero no hemos llegado tan lejos para abandonar ahora, un último esfuerzo y los esbirros de Stradh caen al fin. La última lugarteniente de Stradh ha muerto, la Nigromante descansa en paz y muy pronto su amo descansará junto a ella.
No hay tiempo para descansar, continuamos nuestra marcha y llegamos a un largo pasillo cubierto de una bruma densa, avanzamos con cautela y llegamos a una puerta de piedra, no está cerrada. Al abrirla un olor a tierra mojada y podredumbre nos impregna, la visión nos deja helados, un cementerio de unas proporciones imposibles se haya ante nosotros, lápidas y mausoleos más allá de donde alcanza nuestra vista.
Discutimos si éste es el camino que debemos seguir, pronto llegamos a un acuerdo. Cerramos la puerta de piedra y volvemos a la habitación del caldero, para más tarde volver al cementerio.
Abrimos la puerta con cuatro llaves que encontramos entre las posesiones de la Nigromante, ante nosotros dos tronos frente a una cortina roja que no deja ver a través de ella. El mago utiliza sus artes para descorrer la cortina desde una posición segura, tras descorrer la cortina, una sensación de inquietud y malestar nos llena, la habitación es una antigua sala de torturas inundada en agua de color rojizo, el amuleto del cuervo sangra en el pecho de Ravik.
Un espectro se lanza hacia el pícaro, varios zombis emergen de las aguas infectadas y dos seres simiescos portando cuchillos se avalanzan también hacia nosotros.
El combate dura poco a pesar de las secuelas sufridas tras el último enfrentamiento. Avanzamos por la habitación inundada y justo en ese instante el sacerdote desaparece bajo el agua.
Ravik cae en una celda, que por desgracia no está vacía. La estancia es un calabozo lleno de celdas y en su interior zombis y sombras amenazan al sacerdote. Los aventureros no dudan y avanzan intentando activar el mismo mecanismo que a succionado a su compañero.
Una vez reunidos, los muertos vivientes no suponen ninguna amenaza. En las celdas un prisionero pide auxilio. Al liberarlo se presenta como un explorador de Barovia, que fue emboscada y llevado al castillo. Por su seguridad lo acompañamos hacia el patio exterior para que escape de los muros de Ravenloft.
De regreso a las celdas un último encuentro con dos garras óseas parece marcar el final de la jornada, pero algo nos impulsa a continuar avanzando.
Comentarios
Respecto a las criptas, es una mega sala bien ordenada. Es como una matriz de criptas. La sala es de 90'x180' (18 casillas de 5' por 36 casillas). Y, aparte, hay tres salas grandes independientes.
Ya queda menos para ajustar cuentas con el palomo! ;)
Muy buena crónica y las imágenes oscuritas, cómo tienen que ser