Salimos con las primeras luces, la carga se hace liviana a cada paso, en el final del camino el dios búfalo ha prometido revelar el objeto de nuestra compañía. Transportamos baratijas como buhoneros, llevando un trozo de magia que cambiara la faz de Kryn, como quien comercia con cacerolas. Hasta donde saben mis compañeros, la misión es confusa, desde lo que se yo, es sagrada. Alcanzamos el desierto volcánico y esperamos a la noche para caminar, con el frescor de la brisa nocturna. Pequeño alivio cuando el suelo arde, el gas caliente emana de sus grietas y funde los pulmones, la ceniza se apelmaza sobre cada mechón de pelo. La marcha es dura, en especial para los menos rudos, todos hacen un gran trabajo. En especial piedra oscura, cada cierto tiempo su magia nos refresca con un manantial de agua de las fuentes de los mismos dioses. Ningún gesto de agradecimiento, seria absurdo. ¿Cómo agradecer que nos salve de morir sedientos cada pocas horas, que remiende nuestras heridas e hinche nues...