.. Seguíamos en la Casa de los Horrores, en los sótanos de aquella morada de espanto, sangre y muerte! Poco a poco y sin resuello, nos adentrábamos cada vez más en lo que parecía la pesadilla de una mente enferma y depravada.
Rozábamos la cordura con cada portal atravesado, con cada cámara explorada. Apenas unos cuantos retazos de imágenes inconexas recuerdo de todo aquel lugar, como si mi mente luchara por olvidar todo el terror y el asco en el que nos vimos envueltos aquel día.
Tras acabar con otro de los engendros ogros y sus repugnantes mascotas (tres ratas de enormes proporciones) en lo que parecía un taller de carpintería macabra, nos topamos con varias mochilas que Soros reconoce como pertrechos de exploradores de su orden, los Flechas Negras.
Motivados por este inesperado descubrimiento, continuamos registrando las estancias con azorado brío, esperanzados de encontrar algún rastro de vida en medio de aquel pozo de muerte. Por desgracia, solo encontramos más rastros de los crímenes perversos de aquella familia de psicópatas.
Llegamos en un momento dado, a una extraña mazmorra plagada de hongos y plantas putrefactas., donde una repugnante monstruosidad nos ataca... otro de los aberrante hijos de Mamá Graul. Lo abatimos sin demora y nos apropiamos del tesoro familiar, que al parecer semejante espanto custodiaba.
Terminada la exploración de los sótanos, nos encaminamos al ático. Tras pasar por una extraña sala que parecía un añejo laboratorio, lleno de alambiques y artilugios varios, hallamos una especie de dormitorio, donde desvalijamos un botín que se escondía en un cofre protegido por una de las crueles e imaginativas trampas de esta, por otra parte, abominable familia de semiogros...
Habíamos registrado toda la casa sin encontrar rastro de exploradores capturados ni de flechas negras presos... Solo nos quedaba por explorar lo que parecía un granero, el edificio anexo donde el compañero animal del desaparecido Jakardros rondaba sin descanso de manera inquieta, arañando y gimiendo con felina desesperación.
El edificio es una vieja estructura de madera, medio destartalada, de doble altura. En su interior vemos un enorme y oxidado alambique, que a saber que contendrá (preferimos no averiguarlo). Una segunda estancia al fondo, llena de telarañas, nos recibe, junto a su inquilina, un enorme arácnido del que damos cuenta sin demora.
En el altillo, encontramos al fin a Jakardros en una jaula ferrosa, junto a otros dos exploradores de Fuerte Rannick. Aunque débiles e inconscientes, siguen con vida. Uso mis artes curativas para sanarlos y, con premura, nos marchamos de aquel infecto lugar, no sin antes prender fuego al enclave más inmundo que jamás recuerde... tal es nuestra inquina, que ni la incesante lluvia que desde hace días cae sobre la zona, impide que arda hasta sus cimientos...
La historia que nos cuenta el oficial de los Flechas Negras es terrible. Al parecer, el fuerte ha sido tomado por los ogros de las montañas, diezmando a sus defensores sino aniquilándolos. Nuestro objetivo, pues, está claro. Debemos retomar el fuerte a toda costa, sea como fuere. Tras descansar en una gruta seca, continuamos nuestra marcha hacía el norte, bajo el sempiterno aguacero. En unas horas, divisamos la fortaleza, último bastión civilizado del Vasto...
Es el momento de hacer planes. Jamás hasta ahora nos habíamos enfrentado a una misión de tal envergadura. Los seres que ocupan el fuerte no son escúalidos goblins, sino ogros... una estirpe menor de gigantes... Gigantes! La sangre bulle dentro de mi. Voy a enfrentarme a uno de los enemigos ancestrales de mi raza, por primera vez en mi vida...
Jakardros conoce perfectamente la zona y nos propone estudiar varias alternativas para infiltrarnos en la fortaleza. Aunque está ansioso por entrar en batalla, parece que se contiene lo suficiente para que la razón predomine sobre su ansia de venganza... Somos solo ocho, pero es más de lo que podía esperarse... Un atisbo de esperanza brilla en su único ojo sano. Por Moradin que vengaré la muerte de tan noble gente, que no por rudos y ariscos, dejan de ser dignos de mi admiración por su arrojo y valentía... no están mal para ser humanos!
Tras descartar varias vías, por impracticables o excesivamente arriesgadas, nos decidimos por usar los viejos túneles secretos que, oculta su entrada tras una catarata natural del río, nos darían acceso al interior del fortín evitando sus muros y a sus monstruosos guardianes.
Pese a nuestros intentos de pasar desapercibidos, somos descubiertos por los vigías de las murallas. Esquivamos sus jabalinas y, sabiendo que el factor sorpresa ha desaparecido, penetramos en la montaña. Superamos el primer obstáculo de las cavernas, unos extraños reptiles que usan el rayo como defensa natural. Nos libramos de su presencia quemando unas plantas que los repelen, aunque no nos libramos de alguna pequeña descarga...
Caminamos por grutas y pasadizos hasta que llegamos a una pared de sólida roca. No es casualidad que Jakardros nos haya guiado hasta aquí, pues una entrada oculta en la piedra nos permite acceder al patio interior de la fortificación. Gracias a la magía, Glim descubre un barracón donde se apelotonan una docena de ogros, ignorantes aún de nuestra presencia...
Discutimos con premura que estrategia seguir para tomarlos por sorpresa y derrotar a los monstruos. El plan sale a la perfección. Con magia, adormecemos la mente de los ogros y atrofiamos sus músculos, mientras que flechas y espadas eliminan uno a uno a nuestros adversarios! En apenas unos minutos damos cuenta de nuestros enemigos, en una feroz batalla a los pies del fortín!
Pero apenas podemos disfrutar de nuestra victoria, cuando un horripilante rugido nos hiela la sangre... Sin saber a que nueva amenaza nos enfrentaremos, todos giramos nuestra mirada hacía el lugar de donde proviene semejante alarido, para encontrarnos con....
CONTINUARÁ!
Comentarios
Gracias por el resumen, nos hacen recordar momentazos de la partida.
Qué nos deparara Fuerte Rannick?
Saldremos vivos de ésta?..
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