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La cuna de la depravación


Siguiendo la recomendación de Shal, me dispuse a encontrar a los Buscadores del Sihedron. Si se ganaron la confianza de ella, entonces tenían también la mía. La situación era desesperada y estaba convencido de que necesitaríamos cualquier tipo de ayuda.

Los encontré, por fin, en la taberna “Culos Arriba”, en Caparazón Ferry. Ciudad que conozco poco, pero en nada se parece a mis recuerdos. El ambiente ameno con el que se relajaban mis camaradas, no tiene nada que ver con este poblado gris y muerto. Y ahí estaban ellos: Los dos guerreros humanos, el enano clérigo de Moradin y el gnomo. Al intercambiar pocas palabras con ellos fui entendiendo la fe que tenía Shal en ellos… salvo del gnomo. Algo tiene esa criatura que no me termina de gustar.


Les comento mi preocupación por los Flechas Negras y no tardan en ofrecer su ayuda. Sin embargo, antes tenían que resolver ciertos asuntos en Caparazón Ferry. Para ello hablamos con el alcalde, Maelin Shreed, clérigo de Lathander, quien no tarda en ponernos al día de las desgracias del poblado. Según parece, hace no mucho, apareció una mujer elegante, llamada Lucrecia, con un barco llamado “El Paraíso”, destinado a quebrar la voluntad de los desesperados que buscan cambiar su vida con el juego. El negocio tuvo tanto éxito como mala fama… hasta que una noche se hundió con todos los jugadores dentro. Este suceso hace que se disparen las alertas de mis compañeros, pues están buscando a una mujer dedicada a hacer sacrificios relacionados con la avaricia y con un ritual del Sihedron.


Antes de investigar los restos del barco en el fondo del lago, seguimos hablando con gente del poblado. Ahí descubrimos que para entrar en el barco hacía falta tatuarse el símbolo del Sihedron; Que la lluvia que estaba destrozando las cosechas era provocada de forma antinatural por algún ente con el fin de acabar con esas ciudades; Que los Flechas Negras llevaban tiempo sin ser vistos en el poblado; Y, lo más extraño, que el Comandante Bayden había sido visto varias veces en la zona pantanosa de Whitewillow, lugar de ninfas y fatas. ¿Qué demonios hacía allí? ¿Por qué? Aún con la urgencia de mi situación, siento que debo averiguarlo.

Pagamos un viaje en barco para ir al lago y el gnomo hace gala de sus artes arcanas, artes que no puedo dominar como hace él, pero deseo hacerlo en un tiempo. Desde el barco, surca con su mente las profundidades y comprueba que en el barco se pudren todos los jugadores… y que Lucrecia no se encuentra entre ellos. Al dar la vuelta, insto a mis compañeros a buscar en Whitewillow.

El fango nos cubre los pies cuando un hada nos encuentra y pide ayuda. La tristeza de su señora es tal que se ha transmitido a la tierra, convirtiéndola en un lugar roto y de desesperación. La razón de su lamento era la pérdida de su amado, que no tardo en identificar como Bayden. La seguimos y pronto la vegetación nos muestra que decía la verdad: ramas y raíces tan oscuras como ennegrecidas se retuercen de forma enfermiza. Así seguimos, hasta alcanzar el centro de esa locura donde reside Myriana, señora de las hadas… o lo que queda de ella. Un ser tan hermoso como destrozado. Culpa al mundo de su desgracia y lo único que quiere recuperar es a su amado… y no detendrá su ira destructora hasta encontrarlo. Dice que sabe que está muerto, lo que me deja sin palabras y con un nudo en el estómago, y que quiere parte de él para traerlo de vuelta. Con mi tristeza y preocupación disparadas, le doy mi palabra de que se lo traeré.


El siguiente paso es ir, cuanto antes, a Fuerte Rannick, a socorrer a mis compañeros. Subimos por el camino que se encuentra entre el río Calavera y el bosque Kreeg. Nos habían avisado de la desaparición de muchos ciudadanos que se aventuraban por el bosque últimamente, y los mayores sospechosos eran los componentes de la familia Graul, formada por humanos mezclados con ogros.

En las cercanías de la casa de dicha familia, el alarido de un animal nos alerta. Vamos a la fuente del ruido y el corazón me da un vuelco al encontrarme con Kibb, el inseparable compañero felino de Jakardross, mi antiguo superior y amigo, apresado en una trampa para osos. Al poco aparece su cazador, un semiogro completamente deforme e inepto, que no tardamos en reducir gracias a la acción perfectamente combinada del grupo. Lo interrogamos y mi ira crece al ver cómo luce insignias de Flechas Negras como trofeos. No tardo en ajusticiarlo… no sin antes sonsacarle que Jakardross se encuentra en su casa, con “mamá”, y que todavía vive. Si sigue vivo, entonces hay esperanza.

Aceleramos el paso hasta que llegamos, por fin, a la casa de los Graul. En los años que llevo de vida, desgraciadamente, he tenido que presenciar todo tipo de atrocidades. Viví una infancia plagada de violencia, que se ha extendido hasta mi militancia con los Flechas Negras. Aún así, no estaba preparado para esto. Nadie puede estarlo. Ni siquiera Kibb es capaz de entrar a buscar a su amo en semejante lugar.


La puerta de la casa de “mamá” es un portal que lleva al peor de los nueve infiernos. Alguno podría pensar que lo peor eran las continuas trampas letales que se iban activando con cada uno de nuestros pasos. Pero encantado dejaba que esas trampas atravesaran mi carne una y otra vez con tal de no ver lo que vimos. Un lugar impío, adornado con restos de cadáveres y grabados obscenos. Piel humana. Huesos. Vísceras. El olor a muerte y putrefacción se adentra hasta el fondo de nuestras almas. Hijos de “mamá” que se convierten en amantes, para engendrar nuevos amantes para “mamá”, mientras las hembras se descuartizan para evitar competencia… Intentamos mantener la mente fría mientras vamos acabando con los hijos, o amantes deformes, de “mamá” hasta llegar a ella. Concentramos todo nuestro asco y desesperación para convertirlo en ira… Y era tal la negatividad que teníamos almacenada que la destrozamos antes de que pudiera si quiera respirar.


Cuando recuperamos la compostura pienso en mi amigo Jakardross. El tiempo apremia y todavía no hemos dado con él. Bajamos al sótano y ahí nos encontramos otro engendro deforme, ensimismado con su “artesanía” sobre una mesa y, en un rincón, almacenadas las mochilas de exploradores de los Flechas Negras. Una de ellas la conozco bien. La de Jakardross.

El pecho se me hiela, los ojos se me empañan, aprieto el mango de mi espada y me lanzo hacia él gritando con furia.

Por favor, Azuth, dime que no he llegado tarde…


Comentarios

Martin Painter ha dicho que…
Primera crónica de Langosta y primera crónica del tercer libro. Un genial resumen de la partida, que aumentan las ganas de seguir jugando.
Juanjo ha dicho que…
Buenísima crónica, está todo el espíritu de la partida y del PJ. Buenas imágenes, puede verse la deformidad de los Graul.
Genial la narración, te sumerge de nuevo en esa casa de los horrores. A saber que nos queda por descubrir todavía. Deseando que empiece la siguiente sesión jeje
Dorkas ha dicho que…
Qué buen resumen de la partida y con ganas de continuar la historia

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