Es increíble lo mucho que ha cambiado todo en tan poco tiempo. Hasta hace pocas semanas, la máxima preocupación que podíamos tener era que alguna incursión ogra saltara nuestras defensas e hiciera daño a algún grupo reducido de civiles. Eran tiempos más sencillos y felices. Pero siempre ocurre lo mismo: no somos conscientes de lo que tenemos hasta que lo hemos perdido.
Cuando las cosas comenzaron a torcerse, busqué a los héroes de Sandpoint con un único objetivo: restablecer el orden en Fuerte Rannick. Una unión breve, la justa y necesaria para volver dejar las cosas como estaban y volver junto a los Flechas Negras… Cuán necio era entonces. Nunca imaginé que el devenir de los acontecimientos nos arrastraría como hojas en la crecida de un río, hasta traernos aquí, ante una muralla que separa el equilibrio de la destrucción. Antes, un fallo implicaba en daños irreparables para una familia. Ahora, un paso en falso puede implicar en el fin del mundo tal y como lo conocemos.
Hace ya muchos días que dejamos Sandpoint atrás. Ameiko se despide de nosotros como si fuera la última vez que nos fuéramos a ver… pero le digo que, cuando termine todo esto, volveré a cerrar asuntos importantes que tengo en esta ciudad. El primero es ayudar a que los Flechas Negras se restablezcan por completo. El segundo, y más complicado, mi relación con Shal.
Tras la información obtenida por el derrotado Teraktinus, sabemos que su señor Mogmurian buscaba una piedra de la vieja luz en Sandpoint, concretamente en el viejo faro de la ciudad. Glin aprovecha el don que tiene para analizar la construcción y, mediante el uso de la Urdimbre, hacer que ella misma le cuente parte de su historia. Así llegamos a saber que el faro es más antiguo que la propia Sandpoint. Era una construcción sin ventanas, en cuya cima se encontraba la fuente de un gran poder para conjurar bolas de fuego. Esta torre pertenecía a un mago de gran poder, y ella misma servía como uno de los límites de sus dominios. ¿Para qué quería Mogmurian esa información? Una más de los cientos de incógnitas que tenemos.
Glin, ávido de conseguir más información, comete la imprudencia de entrar en trance y comunicarse con el mismísimo Oghma. No sé hasta qué punto es un acto de valentía del pequeño gnomo, o de pura insensatez. Pero una cosa saca en claro de su entrevista: el ataque se producirá dentro de tres semanas y sacudirá todo Faerûn.
Así que nuestro objetivo es simple: Ir al mismísimo Jorgenfist, encontrar a Mogmurian y detenerlo de una vez por siempre. La complejidad aparece cuando pensamos en cómo demonios lo vamos a hacer.
Debemos llegar a Jorgenfist, pasando antes por las escaleras de Storval. Lugares o bien olvidados, o bien prohibidos, o ambas cosas a la vez. En principio es complicado encontrarlos… Pero Moradin consigue que Thorik nos lleve en la dirección correcta, mientras que Glin, con su reciente don para la orientación, hace que mantengamos el rumbo que nos ha facilitado el dios enano.
En nuestro camino, en mitad de la nada, nos vamos encontrando aldeas de gente curtida, buenas personas que han crecido aprendiendo a lidiar con dificultades extremas. Cuando los veo, siento el temor de que, si fallamos, serán los primeros en ser arrasados por el ejército gigante. Los advertimos del peligro, pero piensan que es sólo una dificultad más a la que podrán hacer frente como en su día a día.
En mitad de una noche en nuestro camino, nos ataca una criatura autóctona del lugar. Nunca nos hemos enfrentado a una criatura así, pero sí a un primo hermano suyo. Podríamos decir que es el hermano fuerte y estúpido de un dragón: un wyvern. Aviso a mis compañeros que no sólo hay que temer a la brutalidad de sus embestidas, sino también del veneno que porta. El combate es frenético y duro y, aunque casi devora a Dorkas, la bestia se acaba desplomando contra el suelo… con nuestra compañera aún en su boca.
Seguimos nuestro camino hasta alcanzar lo que queda en pie de las Escaleras de Storval. Aún en ruinas, me sobrecoge ver lo imponente que tuvo que ser antaño… y cuán formidable sería el poder de ese mago representado en las titánicas estatuas. Maravillados con la construcción, mientras subimos, un grupo de gigantes nos embosca desde lo alto tirando piedras enormes escaleras abajo. Se sienten cómodos, pues el terreno lo tienen completamente a favor… pero pasan a ser los sorprendidos cuando, con un chasquido de dedos, consigo materializar a mis compañeros a su lado. Los pobres diablos no terminan de comprender la fragilidad de su nueva situación, cuando ya los hemos masacrado.
Una vez pasados los límites impuestos por las Escaleras de Storval, nos topamos con la visión solemne y única que nos ofrecen los Picos de Hierro, una cadena de montañas escarpadas, surcada por dos grandes ríos.
En mitad de la noche, una incursión de exploradores gigantes, junto a esas criaturas que son como tigres anfibios que tanto me inquietan, nos sorprenden. Hacen una tentativa de ataque, para ver si ellos solos pueden con nosotros, pero pronto se dan cuenta que no es así, ya que Dorkas y Stolas, junto a las bendiciones de Thorik, hacen estragos en pocos segundos. Por tanto, hacen lo más inteligente, que es huir en varias direcciones para alertar al resto de su ejército… Pero, por sus piernas no son rivales a donde nos puede llevar la Urdimbre. Glin y yo hacemos equipo para desplazarnos en un parpadeo al lado de ellos y no dejarlos escapar. No disfruto matando a un enemigo que huye, pero bastante difícil lo tenemos ya con nuestra inferioridad numérica como para que, encima, estén preparados para nuestra llegada.
Pasan los días cuando, por fin, llegamos a la profana Jorgenfist. Una muralla rodea la fortaleza y, en el centro, avistamos lo que podríamos decir que es una torre de color negro… pero su construcción es tan extraña, que no somos capaces de asociarla a ninguna raza conocida de Faerûn.
Glin vuelve a escudriñar dentro de la Urdimbre en busca de respuestas, y encuentra que esa torre es un antiguo monasterio, de una orden clerical impía que buscó más allá de todos los conocimientos habidos en torno a la magia. Y todos los avances y logros alcanzados por ellos se perdieron en el tiempo… hasta ahora, me temo. Porque la curiosidad de Glin lo empuja a consultar, una vez más y aumentando el riesgo sobre su existencia, al mismo Oghma. El dios del saber nos da información crucial: Mogmurian se encuentra aquí, debajo de la fortaleza, en la biblioteca. Luego, si jugamos bien nuestras cartas, es posible que todo llegue a su fin en las próximas horas. Para bien o para mal.
Nuestro primer movimiento es hacernos con una torre de vigía apostada lejos de la muralla. Aunque Dorkas y yo nos plantamos en su cima siendo invisibles, su guardiana es una gigante formidable que resiste con facilidad la brutalidad de nuestro ataque. Si bien es cierto que no suponen un riesgo para nosotros, su increíble fortaleza la hace aguantar lo suficiente para avisar a las huestes de que algo extraño ocurre: nuestra llegada.
Muertos los gigantes, analizamos rápido la situación del terreno, pues debemos movernos rápido. Toda la fortaleza se encuentra rodeada de siete campamentos, uno por cada clan de gigantes. Se ve que Mogmurian ha sabido convencer a cada uno de los caciques para llevarlos a la guerra. El halcón de Glin nos informa sobre la situación de la guarida del dragón que derrotamos en Sandpoint, así como otra guarida de tres wyverns que podrían llevarnos al interior de la roca que se encuentra bajo la fortaleza.
El martillar de las forjas, aunque lejanas, retumba en nuestro pecho. Miramos frenéticamente en todas las direcciones buscando el siguiente objetivo que nos permita acercarnos a Mogmurian. Salimos a toda velocidad con una pregunta retumbando en nuestras cabezas con más fuerza que el martillo contra el yunque: ¿Saben ya que estamos aquí?
Comentarios
Y muy buena crónica!!