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El precio de no morir

Seguimos nuestro camino en este centro de investigación de todos los pecados. Un lugar que alimenta lo peor de cada uno y, poco a poco, va mermando lo bueno. Cada paso es una prueba a nuestra parte oscura… y siento que, si nos quedáramos aquí el tiempo suficiente, acabaríamos perdiendo esa chispa con la que hemos llegado tan lejos. Menos mal que sólo quedan cuatro.

Nos dirigimos a nuestro siguiente objetivo, la sala de la nigromancia, el pecado de la gula. Nada más entrar noto cómo me falta el aire, mi espada me pesa y el dolor de cabeza hace que no sea capaz de centrar mi mente. Me toca pagar el precio de haberme sentido tan cómodo danzando entre súcubos.


Como no podía ser de otra forma, esta sección de la forja rúnica es gélida. No hemos dado dos pasos cuando nos recibe el comité de bienvenida: una decena de no muertos envueltos en vendas nos rodean. Sabemos que son peligrosos, por lo que nos centramos en acabar con ellos en el menor tiempo posible.


Descubrimos que esta sección fue elegida por familias de aristócratas que decidieron pasar su descanso eterno aquí. Familias que consiguieron gran poder en base a la gula de otros: pan, vino, queso, dulces… canibalismo. Todos ellos enviaron sus cuerpos inertes aquí a descansar, rindiendo tributo al señor del pecado que tanto les dio. Y aquí viene la ironía retorcida que hemos aprendido con los pecados: todo lo que consigues, te lo cobra a mayor precio. La gula los llevó a lo más alto y, tras la muerte, la gula vino a por ellos, profanando, vejando sus cuerpos, convirtiéndolos en meros ingredientes de actos impíos.

A medida que vamos destruyendo a los pocos habitantes que quedan en esta zona, sacamos información importante. El señor de las runas dueño de este sector, el archiliche Zutah, debe haberse sentido bastante satisfecho. Les encomendó una tarea a los investigadores enviados aquí y, no solo la consiguieron, sino que siguieron aquí avanzando en sus conocimientos. Lograron dividir la filactelia del señor, el Tomo de la Gula, en tres libros, para luego enviar dicho talismán a zonas tan recónditas como desconocidas. Sólo los elegidos sabrán encontrar dichas partes y volverlas a unir cuando sea el momento del retorno del señor de los nigromantes.


Seguimos avanzando y, en una sala bien oculta, encontramos al líder encargado de gestionar los estudios de este lugar. Para sorpresa nuestra, a diferencia de las otras secciones de la forja, lo encontramos vivo… o, bueno, al menos no muerto. El responsable de este lugar consiguió que sus estudios dieran su fruto, evadiendo a la muerte hasta el extremo, convirtiéndose en un liche. 


Nada más abrir la puerta de su escondite, y sin darnos tiempo a reaccionar, nos muestra parte de su elevado poder. En un parpadeo, soy consciente de lo que se nos viene encima, pero antes de poder alertar a mis compañeros, rayos de distinto color nos bañan a los cinco. Stolas y Thorik aguantan el tipo, pero Dorkas y el nuevo compañero bardo se convierten en piedra. Antes de poder contraatacar, un remolino nubla mi mente… ¿Dónde están mis amigos? Estaban detrás de mí, pero ahora estoy rodeado de criaturas de la noche… Tengo que acabar con todos… O… Igual es el liche que se ha metido en mi interior… Si me atravieso con mi estoque entonces lo atravesaré a él… Todos hablan de siete runas, pero olvidan que la peor es la octava… Ellos regresarán y reiremos entre llamas y ríos de cadáveres… La estrella está rota…


… “Tranquilo”. Siento la mano de Thorik en mi hombro y su poder despeja los demonios que plagan mi mente. Es hora de devolver el golpe. Los tres que quedamos en pie arremetemos con furia contra el mago inmortal y el devorador de almas que lo acompaña.


Aún con todas sus protecciones, recibe tal cantidad de daño en tan poco tiempo, que lo obligamos a retroceder y guardarse de nosotros, impidiendo que lleguemos a él gracias a sus dotes arcanas. Pero, aunque las mías no están a su nivel, tienen el poder suficiente para atravesar su muro y llevar conmigo a mis dos compañeros.

Este último acto despierta la ira del liche, que lanza un hechizo contra mí. Sé cuál es. Y sé que, en este sector de la forja, no estoy preparado para resistirlo. Antes de poder despedirme de Stolas y Thorik, el aire ya ha abandonado mis pulmones. Ya todo es frío, silencio y oscuridad.

Me siento perdido… pero poco a poco recobro la visión y el calor me rodea. Estoy llegando a un prado hermoso y mi maestro me recibe con un cálido abrazo. “Bienvenido”, me dice con alegría. “Ven, siéntate, tenemos mucho que hablar”. Me siento a su lado y me paro a ver el paisaje. Todo es realmente cautivador. Creo que me he ganado disfrutar de un descans…

… El dolor taladra cada una de mis vértebras y un alarido desgarra mi garganta. Mi cuerpo convulsiona y, a duras penas, consigo darme la vuelta antes de vomitarme encima. El frío ha vuelto y, con esfuerzo, centro la vista. Estoy de vuelta en la forja rúnica. Miro a los lados y mis compañeros se alegran de verme, en especial Thorik al comprobar que el padre enano escuchó sus súplicas. Necesito unos minutos para controlar los temblores de mi cuerpo lo suficiente como para ponerme en pie. El liche ha caído, pero de poco sirve si no destruimos a tiempo su filactelia. Afortunadamente, el bardo se saca un as de la manga y nos lleva directamente a ella: un sarcófago escondido no muy lejos. Todos los pecados se pagan… y, aunque el pobre desgraciado pensara que había conseguido eludir a la muerte, sus sueños de triunfo se van quebrando al mismo tiempo que el sarcófago retumba con el metal de nuestras armas, resonando igual que una campana fúnebre.

Todo me duele. Tras sentirse libre, mi alma no acepta el haber sido encadenada, una vez más, a este cuerpo. Cada vez que vuelves, algo tuyo se queda atrás. Después de la última vez que volví, la comida no me sabe igual, me cuesta entrar en calor y no he tenido un solo sueño reparador. Me toca averiguar qué he perdido al volver esta vez.

Aunque por mi aspecto actual podría pasar por un habitante más de este sector, no es momento para el descanso. Todavía quedan cosas pendientes que resolver. Pecados que cobrar… Y un ser imparable que detener.

Sólo quedan tres.

Comentarios

Martin Painter ha dicho que…
Buena crónica y buena descripción de tu segunda muerte. A por la sala de la pereza!
Juanjo ha dicho que…
Buenísima descripción de la resurrección, lo que más me ha gustado (y mira que toda la crónica es fetén) es el guiño a sendas futuras...
Red Langosta ha dicho que…
Te has dado cuén, eh? A veces sólo los locos tienen una visión clara de la realidad...
Y por eso solo los locos saben apreciarlo...

Gran crónica y magistral interpretación de la ida y venida!

Brutal! Y con ganas de descubrir lo que está por venir ;O
Dorkas ha dicho que…
Ay Soros!! Menos mal que Thorik te resucitó, porque tu personaje no puede molar más

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