Desde que intentamos localizar esta ciudad, sabíamos a dónde veníamos. Una ciudad tan inmensa como el peligro que conlleva pisar sus calles. Avanzamos sin descanso y, tras terminar el día, parece que estamos en el mismo punto y, por las noches, en lugar de recuperar fuerzas, nos convertimos en presas de enemigos formidables que saben que estamos aquí… y nos están cazando.
Gyukak, el gigante de piedra, nos
propuso que generáramos una distracción, golpeando con fuerza a la milicia de
Karzoug, para que él se fugara con un buen número de gigantes. La criatura es
malvada, y por seguro no hará ningún bien allá a donde vaya y más si va escoltado
de un grupo numeroso de gigantes… pero ahora mismo tenemos problemas mayores.
Nos interesa debilitar las fuerzas de Karzoug como dé lugar, y si eso conlleva,
además, que un grupo de su ejército se exilie, bienvenido sea.
Tras andar horas y horas,
llegamos a las afueras de Jotunburg, la cual estudiamos, y vemos cómo numerosos
puentes imposibles ascienden a una loma altísima en donde se encuentra el alcázar.
Sólo en el alcázar contamos unos doscientos gigantes… luego la distracción en
este punto la vemos, directamente, como un suicidio. Así que optamos por la
segunda opción, que no es mucho más alentadora, y es encontrar y derrotar al
gran dragón azul.
Sabiendo lo ególatras que son
estas criaturas, nos dirigimos a la inmensa construcción que ilumina las noches
con un gran cañón de luz hacia el cielo, ya que sería un lugar perfecto para
ser su cubil. La construcción nos arrebata el aliento por su portento. Un heptágono
colosal con cada pilar dedicado a un pecado capital diferente. El de la
avaricia, como era de prever, apunta a Mhar Massif.
En plena arena, intentando calcular la cantidad desquiciada de gente, y su tamaño, que podía acudir a estos espectáculos, nos recibe un habitante del lugar. Por su aspecto parece un tiefling, pero su gran tamaño nos hace pensar que no es lo que parece. Su mensaje es vago e intenta hacernos creer que está perdido, pero al poco que indagamos y arrancamos sus mentiras, comienza el combate.
La criatura es dura, y
aguanta nuestra arremetida con entereza, pero tras impactar varias flechas de
Stolas en su pecho, lo vemos desaparecer. Acudimos a Thorik para que el padre
enano nos guíe y así encontrarlo… y parece ser que el pobre bastardo no ha ido muy
lejos, ya que todavía está en el coliseo. Corremos en su busca y nos lo encontramos a él
en su verdadera forma, un demonio de hielo, escoltado por dos criaturas del averno, unos caminantes escarlata.
Se ve que la crueldad desmedida, de la que hacían gala estos espectáculos sanguinarios, atrajo desde otro plano
a una criatura tan retorcida como poderosa, para asentarse aquí y alimentarse
de semejante energía negativa.
El demonio aguanta con entereza
la embestida de Dorkas, mientras mi sangre y la del bardo salen a chorros de
nuestros ojos mientras los caminantes absorben parte de nuestras almas. Aún
así, entre flechas y magia los caminantes caen fulminados, quedándose el
demonio a solas con Dorkas. La criatura, desesperada, intenta mantener a raya
al resto del grupo… cuando a quien tenía que mantener a raya es a quien tenía
justo delante. Cuando las venas del cuello de Dorkas comenzaron a desaparecer y
su mandíbula empezó a relajarse, partes de los órganos de la criatura bañaban
su cuerpo, sangre de demonio chorreaba por su barbilla y, en el suelo, lo que quedaba
del ser infernal, no podría ser identificado ni por el mayor de los expertos.
El demonio resultó ser un
lugarteniente de Karzoug, brindándonos otro anillo que nos serviría de
salvaguarda más adelante. Después de esto, nos sentimos exhaustos, luego
buscamos un lugar apartado para recuperarnos y dejar la búsqueda del dragón para
el día siguiente, ya que nos haría falta reponer fuerzas.
Seguimos encontrando edificios
descomunales destinados a divertir a criaturas de perversión desmedida, hasta
llegar a una construcción en los límites de la ciudad. Como todo esta ciudad,
parece abandonada, siendo, por lo que parece, un lugar que estaba destinado a
guardar las arcas de la ciudad. Antes de comenzar a montar el campamento, el
bardo nos pone en alerta justo antes de que nos caigan encima: como un camaleón
titánico, el dragón se encontraba camuflado en una de las paredes y nos recibe
con un cañonazo eléctrico como ninguno que hayamos recibido.
No nos da tiempo a recobrar la compostura, ni controlar el pánico, cuando nos asaltan dos combatientes formidables
alineados con el dragón: un humano y un enano. Comienzo a conjurar a la
desesperada, pero antes de terminar el último verso el humano encaja su
tridente en mi pecho, atravesando mis pulmones, mi columna y el corazón.
Arranca su tridente de mi cuerpo llevándose trozos de carne y hueso con él, pero
ya nada me duele, notando como la oscuridad me va abrazando a medida que voy
cayendo.
Todavía me retumba la cabeza tras
el golpe contra el suelo cuando abro los ojos. El sacerdote consigue en una
fracción de segundo salvar lo justo de mis órganos vitales para seguir adelante.
Y, aún vomitando sangre y sin poder respirar, me levanto… pero, ¿qué ocurre? ¿Cómo
demonios tenemos al dragón encima nuestra? Por Azuth, ¡lo de la pared era un
maldito espejismo! ¿Cómo pudimos subestimar la inteligencia de un adversario
así? Debemos derribar a sus ayudantes lo antes posible para luego centrarnos en
él. Me encaro con el humano, pero haciendo una finta imposible, gira su
tridente cercenando mi cuello. Vuelvo a caer al suelo y,
aunque las cálidas palabras de Thorik me llegan y paran la hemorragia, no
consigo levantarme.
Todo lo que veo entonces es
borroso y confuso. Abro los ojos al oír la voz de Sumak más potente que nunca,
y veo cómo el bárbaro hinca la rodilla ante él con tanta fuerza, que casi parte
la losa del suelo. Lo veo rabiar, gruñir de frustración, mientras su cuerpo
tiembla del esfuerzo por levantarse, pero una criatura que podría tumbar con su
puño a un gigante, se ve inválida sin poder levantar su propio cuerpo ante un
mediano.
Entre las nubes que empañan mi
vista, veo a Dorkas abrirle el pecho al enano, mientras Stolas se debate con el
dragón, deslizándote con destreza, pero sin evitar que el monstruo lo golpee
una y otra vez. Desde el suelo, ensangrentado y a la desesperada, Stolas hace
volar sus flechas, impactando en el pecho y en el cuello del reptil que emite
un alarido de dolor, mientras Dorkas, con un salto prodigioso, hunde su arma en
el cráneo de la criatura, estrellando su cabeza contra el suelo, liberando un
estruendo que hace temblar los pilares del edificio.
Los que pueden, a duras penas, se
levantan. Con esfuerzo, nos socorren a los que no podemos. Todos hemos perdido
gran parte de nuestra sangre. Todos tenemos varios huesos rotos. Todos sentimos
tanto dolor que somos incapaces de articular palabra. Sin embargo, y contra todo
pronóstico, estamos vivos.
Thorik reza como nunca para
volver a hacernos funcionales mientras oímos en la lejanía signos de combate. Hemos
brindado la distracción que necesitaba la rebelión y ya se está llevando a
cabo.
Somos criaturas pequeñas en una
ciudad de titanes. Saben que estamos aquí. Saben que deben destruirnos. Pero,
después del duro golpe que les hemos asestado esta noche, han aprendido una
cosa nueva: ya saben que deben temernos.
Comentarios
Te recuerdo que íbamos a esa zona "para escondernos de el dragón y las tropas" y descansar. Quién nos iba a decir que JUSTO era la guarida del dragón. Nos pillo de sorpresa y uso trucos que ni sabíamos que se podían hacer (ni el dragón ni el bárbaro). Contra eso, poca estrategia se puede tener.
Si os faltaron cosas, por ejemplo: el Clérigo lanza conjuro (y lo pierde sin deber perderlo) y se mueve a continuación fuera del rango de amenaza. Por el mismo precio, se podría haber movido primero y lanzar después sin problema por el mismo precio.
Más cosas: os digo que os posicionéis y todos juntitos por defecto. Es buena idea no separarse mucho, pero a estas alturas ya os habéis comido más de un efecto de área como para entrando a un espacio bien definido, espaciarse un poco y no dar lugar a que os pillen a todos.
Coordinación entre guerreros: la bárbara se va por el hechicero (bien), el arquero empieza pegándole al dragón, se mosquea porque es una ilusión y dice que para eso se va a por el bárbaro. Os salió bien por el conjuro del Bardo y dos TS que sacó bajas (salvaba a partir de 9), pero si el bárbaro se revuelve se va para el bardo y dudo que hubiese pasado de 1 round. Entonces os juntais con la bárbara lejos, sin bardo y un pedazo de bárbaro (presumiblemente herido por el arquero) con un dragón detrás para 3 PJs.
En definitiva, lo hicistéis bien, me gusta trolearos y más si es por el wasap, pero sugiero que en vez de preguntar cada turno a los demás "que hago?", que no deja de ser improvisación, que entre todos al principio de cada combate decidáis como enfocarlo, como repartiros enemigos y defensas. A partir de ahí por supuesto hay que ir adaptándose (p ej me llevo un criticazo que no esperaba), pero creo que iría mejor. Además como está claro el cometido de cada uno, no necesitáis preguntar a cada iniciativa si hago esto o aquello.
Repito, lo hicistéis bien, simplemente quiero compartir como creo que iría incluso mejor.