Vagamos por la inmensa ciudad de Xin Shalast todavía aturdidos por el último enfrentamiento, nadie quiere reconocerlo pero el cansancio extremo hace mella en nuestros cuerpos y mentes.
La falta de oxígeno no ayuda y nuestra concentración disminuye al mismo ritmo que nuestros recursos.
Soros y Sumak hablan con nuestro único aliado en este lugar maldito, descubriendo el camino que debemos seguir para llegar hasta Karzoug. Una torre abandonada en el extremo norte de la ciudad es nuestro punto de partida, el lugar es húmedo y lleno de vegetación, no parece que la torre esté habitada.
Un tentáculo o quizás una liana golpea a Thorik, se suceden cortes y conjuros contra otra extraña criatura que habita esta malvada tierra. En mitad del combate una voz profunda nos súplica parar, con el arco todavía tensado, Dorkas y Thorik se acercan y dialogan, no escucho nada de lo que hablan, pero el monstruo huye entre los arbustos y el grupo parece safisfecho con la información que obtenida.
Durante varios minutos discutimos sobre la manera de internarnos en la gruta que nos llevará hasta la cumbre de Mhar Massif.
Ruido de cascos y relinchos de caballos. Montados sobre extraordinarios corceles de color azabache nos elevamos rápidamente en la oscuridad de la torre.
Al salir de la caverna el ambiente se vuelve más opresor, apenas podemos andar sin tener que beber oxígeno de las botellas de aire mágicas, incluso la luz es distinta, como más tenue. A lo lejos vemos las impresionantes ruinas de la antigua Thassilon, torres con forma de espiral que parecen tocar el cielo, alargados dientes negros que surgen del suelo, la muralla más grande jamás vista y en el centro de todo, el Pináculo de la Avaricia, una imposible disposición de columnas, arcos y torres que dominan toda la zona.
Apenas nos acercamos al camino, vislumbramos como se acercan tres arañas gigantes que no perecen al mundo de Faerun, no quieren luchar, solo quieren ayudarnos pues conocen el motivo por el que nos encontramos en este lugar. Apenas podemos conocentrarnos hablando con estos seres, sus formas no tienen lógica como tampoco lo tiene su idioma, Sumak y Soros dialogan con ellas sobre una máquina que ha de ser destruida, nada de ésto tiene sentido.
Avanzamos durante días o quizás hayan sido semanas, todo está desierto, ni un atisbo de vida humana o no humana.
Llegamos a la gigantesca muralla, la senda empedrada nos lleva directamente hasta la base de la cima donde vemos tallada en la montaña la cara de nuestro enemigo Karzoug, ¿o es otro rostro? Notamos cómo nos falta el oxígeno.
Cansados por la interminable caminata, llegamos hasta la titánica torre. Thorik es el único que no parece agotado, sus ojos no dan crédito ante tanta belleza, el resto nos centramos en poder seguir respirando.
Marchamos por la única entrada existente, unas escaleras que suben hasta el interior de la torre.
A medida que subimos sentimos como nuestro vello se eriza, empezamos a captar el sonido de pasos y respiraciones. Tras el último escalón nos esperan los primeros habitantes de la zona, cuatro gigantes de las nubes y un terrible gigante de las runas guardando la entrada. Flechas, oraciones, cortes, magia... Y el sonido ensordecedor de un cuerno resonando.
Sumak doblega con su voz atronadora a los gigantes, mientras Dorkas asesta el golpe de gracia a los enemigos, el cuerno sigue sonando y el gigante de las runas es un enemigo formidable.
En el mismo instante en que los enemigos retroceden y vamos concentrando los ataques en el gigante de las Runas, aparecen dos seres deformados de aspecto indescriptible que se lanzan hacia nosotros como si fueran animales rabiosos.
Pero la fiesta todavía no ha terminado y los últimos invitados se acercan, tres gigantes de las tormentas hacen chisporrotear el suelo a su paso, mientras acompañan a una guerrera de armadura dorada; una última figura aparece entre todo este caos y se presenta como Khalib, el primer aprendiz de Karzoug y la última persona a la que veremos en esta vida. El enfrentamiento se endurece, pero nos reagrupos, uno a uno nuestros enemigos van cayendo y un reguero de sangre cae por los escalones tiñéndolo todo de color carmesí.
Nuestros enemigos han muerto, pero no hay tiempo de celebraciones, pues Karzoug todavía nos espera en su trono lleno de avaricia.
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