Aún con el cansancio que hace que notemos el peso de nuestros cuerpos y el agotamiento de nuestras mentes, nos disponemos a entrar en un amplio salón dentro de Muro Cicatriz.
Encontramos un ser que parece encarnar el Mal, una figura fantasmal encadenada a tres calaveras que se retuerce en una bruma infinita. Para empeorar la perspectiva, cinco fantasmas lo acompañan y están ávidos por consumir nuestra energía vital. La batalla comienza: Bensa lanza oleadas de luz divina, Morgana hostiga a nuestros enemigos con olas de conjuros e Iru y yo adoptamos nuestras tácticas de combate. No es fácil la batalla y cuando termina Ir está hecha una sombra de lo que fue, con la piel mortecina y sin voz ni expresión en su cara.
Nos tomamos un pequeño respiro para curarnos e inspeccionar el salón cuando, para nuestra desesperación, el espíritu encadenado vuelve a aparecer. "¡Corred, insensatos!" nos grita el conde desde prácticamente fuera del salón. En este caso damos cuenta de sus instrucciones para variar y no perdemos tiempo en huir y atrancar la puerta.
"Lo que hemos visto es el centro de la maldición de Muro Cicatriz, encadenada por la eternidad y destilando todo el mal que nos oprime. Cada una de sus calaveras atrae el poder de uno de los señores del castillo. Por suerte, no ha encontrado aún reemplazo para el cuarto señor" revela el conde mientras lanza una mirada sombría a Iru.
Está claro por tanto que debemos acabar con los tres señores del castillo que nos restan. Y lo conseguiremos.
Explorando el resto de esta planta del castillo damos con una combinación llamativa: un espíritu Dybbuk manejando un Wyvern disecado. Los espíritus que atestan el castillo están demostrando ser tenaces, y están siendo especialmente molestos. Iru y yo convenimos en buscar alguna manera de combinar nuestras habilidades en la arena con los conocimientos de Bensa para ser más certeros en nuestros golpes.
Comentarios
Genial la crónica, de una partida intensita.
Como bien dice Martín, os quedan tres señores y cada vez menos castillo... Luego están a puntito de hacer su aparición en escena.