Finalmente llegamos a la última sala de la Reina Hundida, donde Ileosa nos está esperando. Sabe que hemos venido para evitar que realice el ritual que le otorgará la vida eterna a cambio de las almas de miles de korvosanos.
Mientras Variel afila sus dagas, Bensa nos bendice con sus oraciones y Morgana utiliza todo su poder mágico para proteger a sus compañeros. El grupo está preparado para el asalto final.
Iru abre la puerta de una patada, en la habitación solo hay una gigantesca esfera de color sangre que inmediatamente comienza a vibrar. De su interior comienzan a salir figuras con forma humana, dracónica y demoníaca. La habitación se llena de varias Ileosas, un Dragon Rojo con cuerpo de serpiente y un demonio de dimensiones gigantescas y aspecto de insecto.
Gracias a la magia de Morgana, de entre todas las Ileosas que ven, los aventureros son capaces de distinguir cuál es la verdadera, por lo que Iru y Variel se lanzan directamente hacia ella, pero a pesar de la fuerza de sus golpes, la magia de Ileosa es muy poderosa y solo Bensa es capaz de hacerle daño con su magia. El combate se convierte en una lucha de resistencia y desgaste, que va mermando las fuerzas de ambos bandos, pero finalmente los héroes de Korvosa hacen mella en las defensas de la usurpadora y los golpes mortales de Variel e Iru consiguen alcanzar a Ileosa, hiriéndola de muerte.
Ileosa cae muerta y un estruendo resuena en toda la estancia, en la esfera de sangre comienza a formarse el cuerpo de un gigantesco Dragón, huesos, músculos y escamas de color azul... Kazavón está regresando.
Por un segundo, con todas sus energías agotadas, la desolación se dibuja en las caras de los aventureros, pero al instante un grito de batalla resuena por encima de ellos, sobre sus hombros, aparece Iru saltando y empuñando el único arma capaz de herir a Kazavón, Serithtial. La espada se clava en el pecho del avatar, Kazavón comienza a retroceder y todo comienza a temblar, todo comienza a derrumbarse, mientras la esfera de sangre comienza a desaparecer y con ella Kazavón. Antes de que todo salte por los aires, los héroes escapan del templo que se desploma sobre si mismo, quedando completamente destruido.
Por fin Korvosa ha sido salvada de la locura de Ileosa.
EPÍLOGO
Tras la victoria de los rebeldes y la muerte de la reina, la líder de la rebelión Cressida, decidió instaurar de nuevo el orden y la monarquía en Korvosa. Para ello propuso como nueva monarca del reino a una de las caras visibles de los salvadores de la ciudad, la hechicera Morgana, perteneciente a una de las familias más antiguas de Kovosa, tendría el beneplácito de los nobles y del pueblo.
Conocedora de las dificultades y la maldición que suponía llevar el peso de la corona, Morgana aceptó la petición de Cressida, con la mente puesta en intentar cambiar las cosas para terminar con la terrible maldición.
Para ello días antes de su coronación, tenía pensado crear un cónclave de sabios en el que repartir las responsabilidades y deberes de la organización de la ciudad. Para ello contaría con sus compañeros de batalla, Bensa que recientemente había sido nombrada suma sacerdotisa de Korvosa, a Iru que llevaba días con el pueblo nómada shoanti e iba ser propuesta como líder de tribu, también contaría con su amigo Variel como consejero y contacto con los bajos fondos de la ciudad. Por supuesto en ese cónclave contaría con Cressida y restauraría las fuerzas del orden que Ileosa se empeñó en destruir.
Horas antes de la coronación, su compañera Iru había rechazado liderar las tribus shoanti, pero aceptaría gustosa servir a la ciudad de Korvosa, Bensa si aceptó el puesto en el futuro cónclave, pero Variel no apareció. Nada de lo planeado salió ese día como se había pensado.
Quizás este fuera el comienzo, de una nueva maldición en el Trono Carmesí.
EPÍLOGO II: VARIEL
Mi capa negra ondea en la bruma, mientras contemplo la renacida Korvosa desde uno de sus tejados a la luz de la luna llena...todavía no me he acostumbrado a la doble vida, pero poco a poco me voy sintiendo en el lugar para el que tantas aventuras me han preparado.
Hay algo que me oprime durante las noches de vigilancia, una parte de mi espíritu que se quedó en esa baraja de cartas. Es un pequeño esfuerzo extra en cada ronda, en cada paso que doy bajo las estrellas. Pero bien que merece la pena ese esfuerzo: ¡¡¡por Korvosa!!!
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