Frente a nosotros la imponente puerta de oro y gemas que nos separa de nuestro aciago destino, evitar el regreso del Señor de la avaricia Karzoug.
Desconocíamos si seguíamos en Faerum o habíamos llegado a otro extraño lugar de Leng, pero lo que era seguro es que en aquel lugar se iba a decidir el final de nuestra aventura, aquella que comenzó tiempo atrás en la tranquila villa de Cala Arenosa. Mientras Sumak, Thorik y Soros organizan nuestras defensas mágicas y se preparan para lo inevitable, Dorkas y yo recordamos como el azar nos llevó a entrar en el Dragón Oxidado, lugar donde conocimos a Thorik y entablamos amistad con Ameiko, como nuestros viajes nos guiaron hasta la fortaleza de los Flechas Negras, donde Soros se unió a nosotros y finalmente en el lugar menos esperado de todo Faerum, Sumak apareció para darnos su ayuda y esperanza.
Aunque el calor abrasador de la lava golpea mi cara, tengo la cabeza fría. Nunca he estado tan focalizado. Parece como si todas nuestras vidas nos hubiéramos estado preparando para este preciso momento. Miro arriba a mi derecha y un gigante de la tormentas grita al recibir las flechas de Stolas; arriba a mi izquierda otro gigante de las tormentas gritará en breve, ya que veo de soslayo como Dorkas se inclina en su dirección; Así que miro hacia el frente y corro todo lo que me permiten mis piernas escaleras arriba: Señor de las runas, eres mío.
Subiendo los escalones de dos en dos no paro de gesticular con mi mano izquierda. Tengo que llegar. Los versos arcanos salen atropellados de mi boca. Tengo que acercarme más. Casi patinando en las escaleras levanto el brazo y cierro con fuerza el puño cuando Karzoug y el dragón azul se ven envueltos en una esfera de hielo que estalla en mil pedazos. El dragón ruge con un alarido. Ya saben que venimos en serio.
Con ese golpe, llamo la atención del dragón, quien se planta a mi lado con solo un impulso de sus alas y nos fríe a Sumak y a mí con su aliento eléctrico.
Ajusto mis gafas y envuelvo al dragón en una nube ácida para entorpecer su visión hacia mis compañeros. Descarga toda su ira sobre mi, mientras consigo derribarlo con la ayuda de Stolas. Tengo llagas en los brazos por el fuego, y el pecho me quema por los rayos eléctricos, pero sigo fresco gracias al trabajo incesante de Thorik y Sumak.
Azuth me dicta los versos y el Caballero Rojo guía mi espada.
Hoy no luchamos solos.
Moradin está con nosotros, lo siento en la negra roca bajo mis pies. Su fuerza y poder emergen del líquido magma que inunda la gigantesca cámara. Estoy exhausto y casi sin aliento. Cada paso es un sufrimiento, pero trato de disimularlo ante mis compañeros. No dirán de mí que soy débil ni pondrán en tela de juicio mi resistencia y arrojo. A pesar de que la magia que me imbuye me permite alzar el vuelo y correr más deprisa de lo que jamás un enano podría, me siento pesado como si sostuviese una montaña sobre mis hombros.
A mi alrededor oigo los gritos de furia de Dorkas, el arcano acero de Soros y el silbar incesante del arco de Stolas. De fondo, el canturreo continuo de Sumak se asemeja a una oda de leyenda, que inspira nuestros corazones.
El sagrado poder de Moradin irradia de todo mi ser con cada invocación sanadora. Oteo a lo lejos como el temible Señor de las Runas abandona su pedestal por primera vez y avanza en nuestra dirección. Toda su cohorte de guardianes ha caído y ahora se las tendrá que ver cara a cara con nosotros. Ninguno de los nuestros rehúye el combate y nos abalanzamos sobre él…
Algo no va bien… El rugido de ira de Dorkas se corta de pronto, justo cuando desaparece de delante de mi vista. La malévola sonrisa de Karzoug me dice que él es el responsable. Sin la poderosa bárbara a nuestro lado, estamos perdidos, y el Señor de las Runas lo sabe.
Me sumerjo en mi mente, todo a mi alrededor se atenúa. Invoco el poder del Dios de la Forja y el Yunque. Noto como el aire se ilumina en torno a mi mientras elevo mi plegaria al Todopoderoso Dios de los Enanos. Cuando todo parece perdido, la esperanza y la fe es todo lo que nos queda. Comienzo a desvanecerme por el tremendo esfuerzo, mientras hinco una rodilla en tierra para evitar caer al suelo
Veo de soslayo que la sonrisa ha desaparecido del rostro de Karzoug, cuando ante él se yergue la figura de Dorkas con el alfanje sobre su cabeza, preparada para dejar caer su mortífera arma sobre el Señor de la Avaricia...
Y llegó el tan ansiado final, nuestra larga aventura llega a su término y tenemos todas nuestras energías puestas en derrotar a Karzoug.
Estamos en plena batalla, cuando por culpa de mi ira, no logro percibir que el mago tenía preparada una trampa. De repente dejo de escuchar los cánticos de Sumak y las flechas de Stolas se alejan de mis oídos.
Ese maldito Karzoug me ha hecho desaparecer y estoy perdida en un laberinto de tinieblas y oscuridad. Sin saber porqué, me sumerjo en una profunda tristeza y sólo puedo recordar las Colinas de Kapragis, mi infancia.
Cada vez siento más y más tristeza y cuando ya estoy dejando que mi cuerpo caiga, a lo lejos, oigo la voz de Soros y las plegarias de nuestro entrañable enano.
De repente me vuelve a inundar una profunda furia, huelo a Karzoug, está cerca, muy cerca. En ese instante la oscuridad desaparece, y justo enfrente veo unos ojos verdes brillantes y con toda la rabia hundo la hoja de mi alfanje en su pecho.
El Señor de la Avaricia grita de dolor y de sorpresa y mientras sigo clavando mi arma en sus entrañas, recibo visiones de un pasado muy lejano.
Blanco todo blanco, como cuando te ciega un destello de un ser angelical la primera vez que te encuentras con uno. ¿Qué será ahora de el que dejamos en la cárcel? Después de un combate sin apartar mi mirada de Karzoug, para contrarrestar los conjuros de uno de los señores de la runas, todo se volvió blanco. Caemos, y vemos una serie de imágenes que habían quedado en este mundo como si de impresiones fantasmales se trataran.
Vemos a un chico que no tiene un alegre vivir, no le trata bien las personas que le rodean. Un chico maltratado, un chico que se va haciendo mayor y que lo adopta un mago que lo usa para sus perversas convocaciones. Un chico que le arrancan la piel a tiras y lo vuelven a reconstruir. Un chico que su pasado y su presenten los marcan y el quiere cobrarse todo lo que le pasa. Un chico que se convierte en uno de los mayores magos que ha pisado Faerun. Nuestros corazones se apiadan por un segundo de Karzoug, pero después de lo que hemos vivido y visto, todo esto no justifica todas las fechorías que ha realizado y el mal que iba a sembrar en los distintos planos de existencia.
Cuando toco con mis huesos de nuevo suelo, veo que estamos todos. Veo a Soros con un gesto que le dura un segundo, es el mismo gesto de cuando sales de tu casa y sabes que algo te falta. ¿Qué será eso que se ha olvidado o que le falta a Soros? No lo se, pero parece que tuviera un deseo.
Comentarios
Participar en escribir la crónica me ha gustado más de lo esperado.
Y con muchas ganas de seguir con las partidas 🤟🤟
Así que no sabes la alegría que me da verte pasándotelo tan bien con las partidas. Has sido una adquisición maravillosa para el grupo.
... Y si te ha gustado escribir... Ya sabes! XD
Escribir crónicas está bastante guay... Aunque mola que haya varios para ver distintos puntos de vista de diferentes partidas. Espero que te animes!
Ha sido un placer el haber podido jugar con vosotros. Chapó a los jugadores y, muy especialmente, a nuestros Master... Y que vengan como está, muchas más aventuras!!!