La joven Dorkas nació en las Colinas de Kapagris, en un
pequeño poblado junto al Bosque Olvidado, un duro territorio de clima invernal
que hacía a sus habitantes crecer duros como la piedra y fríos como el hielo.
Su padre había sido un bravo guerrero que había defendido el pueblo de
incontables enemigos y bestias salvajes, sus principales enemigos eran los
Gnolls de las montañas los cuales fueron vencidos en una terrible batalla donde
consiguieron expulsar a las bestias de su territorio, victoria que se cobró la
vida de muchos guerreros incluido el padre de Dorkas. Su madre era respetada en
la aldea, tanto por los sacrificios que su familia había soportado, como por
ser la mejor herrera de la zona, la única capaz de templar el rojo acero en la
fría nieve de las montañas.
Dorkas creció fuerte y sana, destacando por sus habilidades
marciales, aunque su madre quería que aprendiera los secretos de la forja, su
sangre ardía cada vez que blandía un arma y en contra de los deseos de su
familia, Dorkas decidió recorrer el camino del guerrero. Entrenaba todos los
días, competía en todas las pruebas y juegos que se organizaban en el pueblo,
incluso formó una pequeña milicia con sus amigos organizando incursiones al
exterior. Destacó tan rápidamente que otros jóvenes lugareños no veían con
buenos ojos que Dorkas fuera ganando prestigio a la vez que seguidores, pero
eso no le importaba a ella, tenía una meta y estaba destinada a cumplirla.
Los gritos la despertaron antes que su madre, algo pasaba
fuera de la casa, algo terrible. Cogió su arma y al salir al exterior la visión
de las casas ardiendo, gente corriendo, gritando… Todo era un caos, pudo
vislumbrar varios grupos de hombres bien armados, no eran iluskanos no
reconocía sus ropajes ni sus símbolos, pero eran los responsables de aquella
masacre, sin pensarlo se lanzó al combate contra el primer oponente que tuvo al
alcance, lo rajó de arriba abajo, el segundo no tuvo la misma suerte que el
primero y murió desangrándose de un tajo en el estómago, pero cada vez llegaban
más bandidos y antes de poder continuar su lucha un fuerte golpe a sus espaldas
hizo que Dorkas lo viera todo negro y se desplomara al suelo.
Al despertar no reconocía el lugar donde se encontraba, hacía
frío y estaba encadenada a otra persona, otro prisionero de la aldea que había
tenido la mala fortuna de no morir en la batalla al igual que le había pasado a
ella. Tardó un rato en reconocerlo, pero era uno de aquellos jóvenes que la
criticaban y con el que llegó a entablar cierta enemistad, pero aquellas riñas
se habían borrado de un plumazo, su vida había dado un vuelco y la de su
compañero también.
Viajaron varios días sin saber exactamente hacia donde se
dirigían, Stolas que así se llamaba el otro prisionero, estaba de acuerdo con
ella en que tenían que intentar escapar, pero no veía la manera o forma de
poder lograrlo. Dorkas vigilaba a sus captores cuando estos no miraban, pero
tampoco encontraba la forma de poder escapar sin ser apresados antes de dar dos
pasos.
Una noche Stolas la despertó rápidamente, la hizo levantar
y se pusieron a correr, ella no comprendía lo que estaba sucediendo, fue
escuchando gritos, golpes y caballos corriendo al galope por todo el
campamento. Entre las sombras de las hogueras encontraron varios cuerpos con
claros signos de cortes y mordiscos, agarraron varias armas, un martillo y lo
que sus manos pudieron atrapar sin importar si eran útiles o no. Corrieron toda
la noche, descansaron escondidos en una cueva y volvieron a correr, así durante
varios días espoleados por el temor de ser capturados de nuevo. Gracias al
martillo, Dorkas pudo romper sus grilletes, Stolas estuvo muy agradecido.
Suponía que habían estado viajando hacia el Este sorteando
los caminos principales. Y efectivamente, tras un par de días caminando,
llegaron a una vía principal. Se cruzaron con pequeños grupos de viajeros,
hasta que dieron con una gran caravana de comerciantes que se dirigían a la
capital de Cormyr; a cambio de trabajo pudieron viajar seguros todo el trayecto
y empezar a planear cual iba a ser su próximo paso. Su compañero lo tenía
claro, tenían que viajar, aprender a combatir y organizarse. La idea de luchar
era lo único que motivaba a Dorkas, sostener un arma en sus manos y dejarse
llevar en el combate, sabía que esos eran los mejores momentos y no podía dejar
escapar la oportunidad de convertirse en una gran guerrera.
Poco tiempo esperaron en la capital, en cuanto encontraron
otros compañeros de viaje, un enano de nombre Thoric y un gnomo llamado Glin
dispuestos a vivir aventuras, cogieron el primer barco que zarpaba sin importar
el destino, solo volver a la batalla.
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